Como chica de oro, ahora ciudadana en Cáceres, vaya por delante el sentido común más elemental para felicitar los diez largos años de la Universidad de los Mayores de Extremadura, con sus cinco cursos anuales que nos han proporcionado --a los chicos de oro también-- sendas charlas magistrales sobre Humanidades y actividades complementarias en clases dos veces por semana. Unas aulas con reuma en las rodillas, cataratas operadas, nietos y arrugas. Unos profesores universitarios para recordar la historia de la Historia, el arte de los pueblos, la ética de las conductas, los poemas eternos. Surgen, al finalizarse, los diversos postgrados sobre temas individuales que permiten seguir viéndose, compañeros en estos viajes inesperados, que suelen ser los mejores.

Como matices, sugerencias de acoplar siempre que se pueda, el número de alumnos precisos, a veces excesivos, la elección rigurosamente idónea del profesorado, el añadir las nuevas técnicas de enseñanza a gente adulta, el cambiar para mejorar la única revista de papel introduciendo temas que diviertan, que seduzcan, que rejuvenezcan, que no nos recuerden los siglos que sumamos todos.

La medalla de Oro de este año es tan lógica como merecida y su metal amarillento brillará tanto por los enseñantes como por los enseñados, pues no existiríamos los unos sin los otros. Es suya porque es nuestra y viceversa. La aplaudiremos y nos aplaudiremos.

En el corazón de cada uno irá prendida. Lo veremos a mediados de octubre.

María Francisca Ruano **

Cáceres