Licenciado en Filología

No hay más que darse una vuelta en las horas puntas por los bares céntricos para comprobar si sobran funcionarios. Un informe del Ministerio de Administraciones Públicas dice que en Cáceres sobran y que se va a hacer lo posible para mejorar los niveles de eficiencia y eficacia de la administración, pero los sindicatos, que son como el catastro del empleado público, tienen registrado por votos y vetos, por cursos y corruptelas, a cada funcionario y afirman que es falsa la sobra. Largo es el cuerpo doctrinal sobre el funcionario: el mucho trabajar no enriquece siempre , el dinero no se ganó a cavar o hay que tener medio en el trabajo: ni ser perezoso ni muy acucioso , sentencias que esculpieron, posiblemente, los progenitores de los ahora cafeteros. Con tal doctrina, más los requiebros de Larra, se ha formado un batallón enemigo, que hacen mal café y atacan sin parar a los funcionarios: suelen ser estos beligerantes empresarios que someten a horario de galera, despiden a fin de año para ahorrar cotizaciones, emplean, por dos maravedíes, a mujeres si tienen las trompas ligadas o gente que vieron en la oposición el Himalaya, que no se obligaron al estudio por conservar los codos en buen estado o en fin, aquellos más pusilánimes que rehuyeron siempre el trabajo, público y privado, por natural flojera, pero fueron magnánimos en la crítica a cualquiera que procurara trabajar, aunque poco.

Unos y otros dicen que sobran y que lo único que hacen los funcionarios es tomar café, sin entender que ese inútil necesario es la cota de bienestar que la especie ha conseguido a través de siglos de lucha por la supervivencia, y que ese es el armazón social y moral en el que se sustenta la fortaleza que necesitan para soportar en, los inicios de cada año, la turbulencia emocional, económica y patrimonial que les produce el subidón del dos por ciento de sueldo: justo para uno con leche.