El presidente de la Comunidad valenciana, Francisco Camps , autopostulado para repetir como candidato en las elecciones autonómicas del 22 de mayo, ha decidido calcar el pensamiento de aquel Fidel Castro sentencioso de 1953 que, después del famoso asalto al cuartel de Moncada, declamó ante el tribunal que le estaba juzgando aquella célebre frase para los anales de la revolución cubana: "La historia me absolverá".

La variante Camps es menos vaporosa y más sujeta al sistema de pesos y medidas que rige la lucha por el poder: "Las urnas me absolverán". Esa es su línea de defensa frente a lo que su portavoz parlamentario, Rafael Blasco , ha calificado de una "cacería de la Justicia teledirigida por el Gobierno".

Esta imprudente acusación de Blasco, poniendo en duda la independencia de las instituciones del Estado de Derecho, aplica estrictamente la doctrina desplegada por la cúpula de su partido desde que el horizonte judicial del presidente valenciano se empezó a oscurecer a causa del llamado caso Gürtel . Ya en octubre de 2009, cuando se levantó parcialmente el secreto sumarial del caso, la dirección nacional del PP denunciaba la "actuación sectaria y partidista del Gobierno y de la Fiscalía General del Estado".

Contra jueces y fiscales, urnas. Doctrina Berlusconi pura y dura. Como si los votos de los ciudadanos tuvieran ese añadido valor absolutorio, o condenatorio en su caso, según los resultados, en relación con delitos o malas prácticas del gobernante reconocidas en sede judicial. Ante el presunto delito de cohecho impropio, que antes o después sentará a Camps frente a un tribunal o un jurado, los máximos responsables regionales y nacionales del PP asumen que las urnas derogarán el pronunciamiento de los jueces. Por tanto, Camps será su candidato a repetir como presidente de la Comunidad valenciana, "diga lo que diga la justicia", como ya anticipó en su día el mismísimo Mariano Rajoy .

Más allá de las calificaciones judiciales o administrativas de la conducta de un determinado servidor público, hay una evidente malversación de la confianza depositada en las urnas. Y lo lógico sería que con las mismas los ciudadanos le retirasen esa confianza en la próxima ocasión electoral. Lo que pasa es que esa lógica viene condicionada por la lucha por el poder, que es una fuerza de la naturaleza humana cuyos resortes tienden a desbordar los límites de la legítima pugna política.

Esa lucha por el poder es la que, al final, los retrata a todos. Si el PSOE regresó al poder en 2004 a caballo de aquel "Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta", el partido de Rajoy llegó al poder en 1996 con aquel "El PP es incompatible con la corrupción". ¿Cuántas veces unos y otros han sido desmentidos por la realidad?