Magistrado del Tribunal Supremo

A finales del siglo XIX, el Convenio de La Haya apeló a las exigencias de la civilización y proclamó que las prácticas y usos de la guerra quedaban bajo el principio del derecho de gentes, tales como resultan de lo establecido entre naciones civilizadas sin descuidar las leyes de la humanidad y de las demandas de la conciencia pública. La declaración de guerra exigía del Estado que tomaba la iniciativa una formal y previa ceremonia ritual, que advirtiese al contendiente y a la comunidad internacional que había adoptado una posición beligerante.

Cuando las fuerzas de los antagonistas estaban exhaustas o cuando uno de ellos se había impuesto de manera definitiva al adversario, se firmaba, con gran solemnidad y pompa, la paz de los vencedores, que admitían magnánimamente la entrega de las armas por parte de los vencidos. Los pintores de estas épocas tuvieron la oportunidad de inmortalizar momentos históricos que afortunadamente han pasado a la posteridad como patrimonio artístico y cultural de la humanidad.

Si miramos sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor, llegaremos a la desoladora conclusión de que no sólo se han perdido las formas, sino que hemos pasado a extremos increíbles de brutalidad y desprecio por los sentimientos tradicionales de la humanidad.

1. Declaración de guerra . Resulta sorprendente asistir a un debate entre expertos sobre la situación jurídica que se ha vivido durante los días en que ha durado el bombardeo masivo y la ocupación arrolladora de Irak. Unos dicen que no nos encontramos ante una verdadera situación de guerra, en el sentido formal de los textos pasados de moda, y que las consecuencias de las hostilidades, muertos y heridos, son el resultado de una operación de liberación nacional de los ciudadanos iraquís, de la feroz represión de un régimen dictatorial.

Los más formalistas invocan las resoluciones de la ONU para manipular su texto y alcance y considerar que eran una especie de cheque en blanco, emitido en 1991 y renovado en el 2002. Una modalidad de guerra aplazada, que se podía hacer efectiva en cualquier momento, sin la autorización del organismo que emitió ambas resoluciones. Por si faltaba alguna aclaración, los convenios de Ginebra contemplan su aplicación en una guerra declarada o en cualquier otro conflicto, aunque el estado de guerra no haya sido reconocido por alguno de ellos.

2. Integración en fuerza armada . Abierta la posibilidad de manejar arbitrariamente la semántica, también hemos asistido al debate sobre si el envío de un buque hospital, con su escolta, constituía una integración en la fuerza armada que inició las hostilidades. Creo que basta con la cita del artículo tres del reglamento anexo al Convenio de La Haya, que España no ha denunciado, para poder afirmar que las fuerzas armadas de las partes beligerantes pueden componerse de combatientes y no combatientes. En caso de captura unos y otros tendrán derecho al trato de prisioneros de guerra.

3. Los periodistas y la guerra . Los convenios de Ginebra no contemplan de manera específica el estatus de los corresponsales de guerra, que sólo enfoca desde la visión ya superada de aquellos que están acreditados por la autoridad militar del Ejército que acompañan. Sin necesidad de realizar nuevas aportaciones o disposiciones específicas, es incuestionable que la información es un derecho fundamental de las sociedades democráticas y que no puede distinguirse entre periodistas oficiales y aquellos que en el uso de su independencia, son enviados por diversos medios, sin vinculación alguna al Ejército beligerante.

Para la diferenciación no tiene sentido porque hemos visto morir a dos corresponsales españoles, uno que acompañaba al Ejército norteamericano y otro de una cadena de televisión autorizada y acreditada para informar desde Irak. Es urgente un estatuto internacional que salvaguarde la indemnidad de los periodistas.

4. La paz sin rostro . Al final los bombardeos han cesado y las divisiones de élite del Ejército enemigo se han difuminado y perdido en el desierto. Han desaparecido también los líderes y el odiado y perseguido dictador. No se sabe si la guerra ha terminado o entramos en un período de guerra intermitente no declarada.