La comunidad autónoma de Extremadura posee un preciado legado lingüístico.

El extremeño, ehtremeñu, castúo- como se quiera llamar, presenta una gran personalidad (herencia del astur-leonés, del castellano antiguo etcétera). Tiene alma.

Me da igual llamarlo dialecto, habla, lengua o forma de hablar risueña y cantarina de tíu Pacu Jigu-maúru de Piornal- Es un valor cultural muy digno. No confundir con el deje extremeño de ciudad (también digno).

¿Variantes, localismos?... acaso no en asturiano, sardo, inglés o quechua. ¿Nos cargamos al último lince ibérico por escasez y dispersión?

¿Cómo no va a haber cada vez menos hablantes si se está por la labor de machacarlo?... paradójicamente.

La modalidad portuguesa de Olivenza, de tierras de Alcántara etcétera y La Fala de Xálima (ésta con más del 90% de hablantes en la zona), son lenguas reconocidas como auténticas joyas por la lingüística internacional. Sin apoyo alguno.

No puedo evitar sentir que de alguna manera se le está negando reconocimiento y valoración, por un decir, al habla de mi querido anciano amigo tíu Jigu-maúru- que ha pagado sus impuestos.

¿Por qué tanta desidia en Extremadura?

¿Y el espíritu democrático? ¿Miedo a qué?

Solo se trata de considerar y respetar la diversidad cultural... y nada, empeñados en triturarla en pro de la estandarización.

Lo que es preciso estandarizar son los lazos entre los seres humanos.

Que se critique, por ejemplo, a universitarios por dignificar una mijirrinina el tema en internet, me parece surrealista. ¡Mira que se cuela basura en la red! (con todos mis respetos).