Para un supersticioso, el último día del año puede traer consecuencias poco deseables, sobre todo si comer las uvas al dictado de las doce campanadas es una obligación insalvable por miedo a ser víctima de malos presagios para el año venidero. Mi amigo Carlitos García tiene un amigo que nació en la República Dominicana, aunque es español desde hace diez años, ya que se casó con una viuda cubana que había adquirido la nacionalidad española al casarse con un gallego ya maduro que había hecho un viaje turístico a Cuba y había regresado a España enamorado de Emelinda Altacruz . Me cuenta mi amigo Carlitos que su amigo Alejandro Castillo es bastante supersticioso y tiene por costumbre visitar unos días antes del treinta y uno de diciembre a un astrólogo argentino llamado Ariel Dinelli que era huérfano de padre hasta que vino a España y salió en un programa de televisión donde le vio un australiano nacionalizado español que antes había sido argentino. Resulta que este hombre llamado Patricio Dinelli había nacido en Buenos Aires, y allí vivió hasta los veintiocho años que emigró a Australia, dejando en Argentina una mujer con la que no se había casado y un hijo de siete años al que sí había reconocido. A los diez años de su estancia en Australia se casó con una bella australiana y adquirió la nacionalidad de aquel país oceánico. Patricio Dinelli se divorció de la australiana a los siete años de matrimonio y vino a España, donde montó un restaurante argentino, y al cabo de veinte años consiguió la nacionalidad española. Fue en su restaurante donde vio por televisión al astrólogo Ariel Dinelli, con quien posteriormente tuvo un emotivo encuentro en otro programa de televisión que se dedicaba a facilitar la búsqueda y reencuentro de personas que se habían perdido el rastro. Gracias a Patricio Dinelli, Ariel Dinelli había adquirido la nacionalidad española.

XME HAx dicho mi amigo Carlitos García que Alejandro Castillo estaba enormemente preocupado después de visitar el consultorio del astrólogo Ariel Dinelli. Al parecer éste le ha vaticinado que corre el riesgo de atragantarse con una uva y morir asfixiado. Por otro lado, Alejandro Castillo está convencido de que no tomar las uvas en Nochevieja le traerá fatales presagios. El caso es que Alejandro dice encontrarse en un callejón sin salida, según me cuenta Carlitos. También relata Carlitos que este hombre pasó una noche de Nochevieja en comisaría por culpa de su superstición. Aquella última noche del año, Emelinda, su mujer, se dio cuenta a las once de la noche de que había olvidado comprar las uvas y ya no tenían posibilidad de adquirirlas en ninguna tienda, al estar todas cerradas. Ante esto, a Alejandro no se le ocurrió otra idea que romper el cristal de una frutería cercana a su casa y robar tres grandes racimos de uvas. Todo salió a pedir de boca, incluso la ingestión de las uvas. Pero con los nervios y las prisas, al pobre Alejandro se le cayó el teléfono móvil junto a la puerta del establecimiento sin que se diera cuenta. Justo cuando llegó la policía al lugar de los hechos, una hermana de Alejandro le llamó por teléfono desde Santo Domingo para felicitarle el año nuevo y de la chicharra metálica surgió una voz cantarina de gramola que decía: "Coge el teléfono Alejandro que te están llamando, que te están llamando-". Y claro, la policía descubrió enseguida el pastel.

*Pintor