La semana pasada se cumplieron 6 meses desde que falleció mi padre y ha tenido que pasar todo este tiempo, coger distancia, para escribir estas líneas con la cabeza fría. Porque además del dolor que supone la pérdida de un ser querido (queridísimo) existen las circunstancias que motivaron que se acelerara todo el proceso.

Me he planteado en multitud de ocasiones reclamar o incluso denunciar a la residencia de mayores en la que estaba cuando ocurrió todo.

Pongo en antecedentes, mi padre con 87 años después de más de 10 años con párkinson y sabiendo que desde finales de julio iba a velocidad de vértigo a su última etapa consideramos que era mejor que fuera tratado por profesionales, llevándolo a un centro de mayores. En principio todo eran parabienes: logopeda, fisioterapeuta, médico, psicóloga, terapeuta y un mar de atenciones que nos daba una esperanza que resultó ser falsa, ya que según pasaban los días no veíamos nada de estos servicios para con él.

Las condiciones verbales son fantásticas, dejan entrar a los familiares todo el tiempo que quieras, ¡faltaría más! Les viene genial porque es trabajo que se quitan. Mi padre estuvo casi cuatro semanas y todos los días acompañado mañana, tarde y noche, hasta que se iba a la cama, por nosotros ( mi madre, mi hermano, mi hermana y yo).

Cuando llegó ya fue en silla de ruedas pero a veces conseguía mantenerse en pie, hablaba, nos conocía y comía solo, pero en cuestión de poco tiempo dejó de tener todas esas cosas que resultan extraordinarias cuando dejan de hacerse. Dejó de comer y empezó a tener alucinaciones (cuando le llevaba de paseo decía que le llevara a ver el melonar, intentaba coger cosas en el aire que no existían) y cuando le dabas de comer nos apartaba la mano para que no le diéramos nada (supongo que fue una forma de tirar la toalla). En fin, no quiero entrar en más detalles que son dolorosos. No quiero recordar cómo lo encontraba solo en un sillón, literalmente tirado sin que nadie se acercara. Tenía que pedir ayuda todos los días para que alguien me echara una mano a sentarlo en la silla de ruedas y salir de allí a respirar. Misma ropa del día anterior, mismo cubierto para todos los platos. La situación llegó a ser lamentable.

Solicitamos en repetidas ocasiones que el médico le viera porque perdió 15 kilos. Es más, obligamos a que el día que ingresó en el Hospital Universitario de Cáceres nos derivaran a urgencias, muy a pesar de la opinión de la residencia.

Una vez allí le hicieron un examen exhaustivo y se comprobó que mi padre iba totalmente deshidratado y con una disfunción del riñón de la que nunca se recuperó. La opinión del médico de urgencia fue que de aquella noche no saldría, pero aguantó el tirón 12 días más en el Hospital San Pedro de Alcántara con unos cuidados excelentes y una profesionalidad por la que deberían pasar todos los centros privados para aprender como se trata a los enfermos o residentes.

A fecha de hoy no hemos recibido ni una llamada de pésame, una mínima atención por parte del centro y alguna vez que me he encontrado en la calle con alguien de la plantilla, agachan la cabeza.

El importe a pagar por un familiar en la mismas condiciones en las que estuvo mi padre es de 3.300 euros + 8,40 euros de medicinas que nos pasaron después.

Ya todo pasó y mi padre se quedó por el camino, pero lo que quiero es denunciar públicamente que todo este negocio privado, que recibe subvenciones de las instituciones públicas no cumplen con los compromisos. Exijo como afectada que estén vigilados y cumplan rigurosamente con los servicios que ofertan, tienen que tener el personal suficiente y adecuado. Hablamos de vidas, no objetos de usar y tirar. Solo tienen mentalidad que sacar el mayor beneficio posible.

Lo que más lamento es que elegimos mal, espero y confío que no todas las residencias de mayores sean iguales.

Sé que estoy dolida y que todo lo que llevo dentro tenía que salir en algún momento y no descarto emprender acciones legales que correspondan con los datos en informes recabados. Pero fundamentalmente lo que quiero poner encima de la mesa es que ahora más que nunca los «aparca personas» que son las residencias de mayores quedan en total y absoluta evidencia con la crisis generada por covid-19. Basta con estar al día en la prensa.

Tal y como titulaba: Va por ti papá. Allí donde estés un beso enorme con todo el amor que una hija puede dar a un padre.