El presidente de la Junta de Extremadura puso ayer condiciones previas para empezar a hablar del trasvase desde el pantano cacereño de Valdecañas al río Segura. Guillermo Fernández Vara detalló las inversiones que tendrían que hacerse en obras hidráulicas en la cuenca del Tajo como paso previo para "empezar a hablar" del trasvase.

Es difícil no interpretar las palabras del presidente --y más habiéndolas dicho en la Asamblea-- como el reconocimiento implícito de que, antes o después, habrá que negociar, es decir, antes o después, la idea de llevar agua desde el norte de Extremadura hasta el Levante dejará de ser un proyecto para pasar a ser una alternativa que discutir al actual desde Castilla-La Mancha. Y ante ello, habrá que tomar posiciones: es lo que hizo ayer Vara.

El problema es que este presunto trasvase desde Valdecañas está aquejado de uno de los males de la política española: la falta de claridad, el que el rumor sea más fuerte que la noticia, el que los datos en torno a que el proyecto está en estudio son más abundantes que los desmentidos de que no lo está. Y mientras esto no se aclare, la posición de cualquiera de las partes no estará lo suficientemente fijada. Extremadura no puede permitirse el lujo de que se decida, sin su concurso, un asunto de la importancia de este.