Dicho de forma sintética, la economía es la ciencia que estudia la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios, teniendo en cuenta dos principios básicos: que los recursos son limitados (escasez), y que existen multitud de usos alternativos a los que aplicarlos, lo que conlleva la necesidad ineludible de elegir. Elegir, significa al mismo tiempo desechar; lo que implica que no hay nada gratis.

En el sector salud también hay escasez, alternativas, elecciones que realizar, costes de oportunidad, ineficiencias, etcétera. ¿Son los servicios de salud, públicos o privados, gratuitos ? Evidentemente, no. En el campo de la salud es particularmente aplicable el paradigma de los recursos escasos. En un mundo con restricciones, todos los recursos aplicados a un paciente son recursos denegados a otro paciente. Esto se contrapone con la idea de que la salud no tiene precio, que las consideraciones económicas no deben interferir en las decisiones clínicas. Bien al contrario, lo que no sería ético sería ignorar los costes de oportunidad de las decisiones que se toman en el campo de la gestión sanitaria.

Es posible mejorar el nivel de salud de una población gastando cantidades cada vez mayores en factores que inciden directamente en ella. Pero en un mundo de recursos limitados eso significa sacrificar otros objetivos económicos o sociales, también deseables. Objetivos con los cuales, a su vez, la salud puede tener una relación de complementariedad (la educación, por ejemplo) o de conflicto (algunas formas de desarrollo). La clave está en determinar el punto a partir del cual las mejoras en salud son menores que los costes para conseguirlas.

XDETERMINADAx la proporción del PIB que se quiere dedicar a salud, la siguiente pregunta es cómo distribuirla entre las diferentes actividades que tienen influencia sobre la misma. Se trata de elegir entre el sector de la sanidad y otros que también influyen en la salud; tales como la educación, la depuración de aguas, la prevención de accidentes, el control alimentario, etcétera. Se sabe desde hace años que el nivel de recursos sanitarios no es el más importante de los factores para la mejora de la salud de la población. Es bien sabido que, además de la tecnología sanitaria, afectan a la salud los cambios en el estilo de vida, los hábitos alimenticios, la práctica de ejercicio físico, cambios ambientales y de conducta social y también la irrupción de nuevas patologías.

La aplicación de la economía al campo de la salud viene avalada por la estrecha interrelación existente entre los fenómenos económicos y la salud. Cuanto mayor es la renta per cápita de un país, mayor tiende a ser la esperanza de vida de su población. Hay una relación directa entre ambas variables, aunque dicha relación no es lineal. A partir de un cierto nivel de desarrollo, los impactos favorables son menores y más difíciles de evaluar.

La buena salud, además de ser un objetivo en sí misma, trae consigo importantes beneficios económicos. La mejora de la salud y de la nutrición humana incrementan la productividad de los trabajadores, reducen el número de días en que se sienten enfermos y prolongan su vida económicamente activa.

Economistas y profesionales de la salud comparten un mismo objetivo: maximizar el bienestar de la comunidad. Ni los economistas pueden mirar sólo el lado del coste de las prestaciones sanitarias, ni los profesionales de la sanidad pueden confinarse en los beneficios diagnósticos y terapéuticos de aquéllas. El resultado de la actividad económica no es el consumo de bienes y servicios, ni el ahorro-; el objetivo final de la economía es la felicidad de la población, es decir el bienestar

El sector sanitario ha de ser contemplado no sólo desde la óptica del gasto que genera, sino también en relación con el bienestar que crea. Se debe valorar si el beneficio generado supera o no el incremento de costes asociado a la asistencia sanitaria; esto es, comparar los beneficios en salud y bienestar para la sociedad en relación con el incremento del gasto. Cálculos realizados recientemente para EEUU demuestran que con que sólo un 30% de la mejora en el capital salud de la población se hubiera debido a la asistencia sanitaria, el gasto sanitario registrado en ese país estaría más que justificado a la vista de los beneficios conseguidos. Si es éste también el caso de España (lo que parece bastante probable ya que dedicamos a sanidad la mitad, en términos de PIB, de lo que gasta EEUU y con indicadores agregados de salud bastante satisfactorios), el excesivo énfasis que se viene haciendo recientemente en el análisis del sistema sanitario, en las cuestiones de gasto; nos puede hacer perder la perspectiva de la eficiencia social.