Escribo este artículo en la villa de Olivenza, que es posiblemente la más bella de toda Extremadura y donde tengo un grupo de excelentes amigos. Este es el mejor sitio para entender por qué la mayoría de los militantes y dirigentes de la formación de izquierda van a permitir, con su abstención, que gobierne el PP.

Olivenza es un faro para el PSOE extremeño. Aquí tienen su residencia los dos presidentes socialistas que ha tenido la comunidad, Rodríguez Ibarra y Fernández Vara . La alcaldía de Olivenza, como la presidencia de la Junta extremeña, ha estado siempre en manos del PSOE. Las dos han cambiado de mano tras las elecciones de mayo a pesar de que el PP no ha tenido mayorías absolutas. En ambos casos ha hecho falta la pasividad de IU para que el PP llegue al gobierno local y, en los próximos días, al autonómico.

Fuera de Extremadura se mira con asombro la decisión de la izquierda extremeña de dejar gobernar al PP. Cayo Lara y Llamazares se tiran de los pelos desde la remota Madrid porque no están dispuestos a permitir que gobierne la derecha.

Desde Olivenza las cosas se ven de forma muy distinta. Aquí se observa que el PSOE es la derecha. Un partido político que durante décadas ha gobernado de forma continuada y omnímoda ha generado una casta de políticos que se han entronizado en el poder como si fuera una monarquía absoluta.

XSE DA EL CASOx de que con frecuencia algunos miembros conservadores de las viejas familias elitistas se arrimaron al PSOE conscientes de que no podían enfrentarse a él. En Extremadura se conocen los apellidos de familias ilustres que se cobijaron bajo el paraguas del PSOE. El propio Fernández Vara tiene una trayectoria personal y familiar conservadora. El ser vecino de Rodríguez Ibarra en la pedanía de Santo Domingo le catapultó primero a la Consejería de Sanidad y luego a la Presidencia.

Y no es que Fernández Vara haya sido un mal presidente. El problema es que le ha tocado gobernar una herencia de enquistamiento socialista que tenía aborrecida a buena parte de la población. Si a eso añadimos el huracán de cambio desatado por las torpezas de Zapatero , su situación ha sido insostenible.

No hay ningún partido que pueda soportar incólume la tendencia a la inactividad y el apoltronamiento que se genera cuando se gobierna sin oposición durante décadas. Ibarra cometió graves errores. La corrupción espantosa que se aprecia en Valencia o Andalucía no es uno de ellos, pero sí ha sido víctima de una endogamia que le obligaba a repartir prebendas entre los capitanes de Cáceres y Badajoz sin atender a las necesidades de la comunidad.

Tampoco supo evitar el influjo de una cohorte de aduladores. Eso pasa en todos los sitios. Nadie se atrevió a decirle que fue un error monstruoso no tolerar la instalación de torres eólicas para producir energía limpia. He oído al expresidente jactarse de que había rechazado decenas de peticiones de alcaldes y empresarios que pedían instalar molinos de viento. El resultado es que Extremadura es posiblemente la única comunidad de España donde no hay un solo molino, aunque tiene la décima parte de la superficie del país.

Peor todavía es que cuando dejó el cargo de presidente se creó un estatuto ad hoc para disfrutar de una oficina de expresidente que ha costado un millón de euros en cuatro años. Y peor todavía es que cuando IU pide que se le devuelva a su estado de ciudadano normal, se hace nombrar consejero de Estado (sin ninguna formación jurídica) para seguir cinco años más en la generosa nómina pública. Ibarra fue diputado en las Cortes constituyentes en 1977; cuando venza, en 2016, su nombramiento de consejero de Estado habrá cumplido 39 años ininterrumpidos en puestos políticos. Los mismos que pasó Franco en el poder desde el golpe militar de 1936 hasta su muerte en 1975.

Y hay que decir que Ibarra fue un buen presidente en los primeros mandatos. Pero le sobraron los últimos ocho años, como ahora le sobra el nombramiento de consejero de Estado.

Todo esto lo saben, porque lo vienen sufriendo, los militantes de IU. Los líderes del PSOE se habían convertido en los nuevos señoritos. Residencias de lujo, coches oficiales, salarios de escándalo. Los votantes extremeños han querido renovar con aire fresco las instituciones, y en eso las bases de IU y PP están de acuerdo y eso no debe escandalizar a nadie.

Por otra parte, tanto el alcalde de Olivenza (que se gana la vida como agente inmobiliario) como el nuevo presidente de Extremadura (bombero de profesión) suponen una ruptura con el modelo de los señoritos del sur.

Termino citando a mi amigo oliventino: "Por primera vez desde 1931, hay en Extremadura una situación política que exige diálogo y concertación en la cosa pública. Por primera vez tenemos gobiernos en minoría y oposición activa". Eso no es una cosa mala, y se debe a la valentía y honestidad con que se han pronunciado los militantes de IU que tienen en Pedro Escobar a un dirigente que ha demostrado una gran sensatez al consultar a todos los militantes sobre la decisión a tomar. Claro contraste con la fórmula adoptada por el PSOE para elegir al sucesor de Zapatero.