No he entendido eso de plantear una alarma sanitaria en diferido. El anuncio de Pedro Sánchez del viernes diciendo que, a partir de hoy, se cierra el país, ha significado el pistoletazo de salida para quien, viviendo en una gran urbe, disponga de 24 horas para marcharse al pueblo. Si no hay clases para los niños durante 15 días, no existe ocio posible puesto que todo está cerrado y las empresas permiten el teletrabajo desde casa, la gente lo tiene fácil: coge la maleta y se marcha a ver a la familia. Esa España rural y vaciada tiene poca gente, dispone de mejor aire y, en consecuencia, cuenta con muchas menos posibilidades de contagio por el coronavirus. Pues allá que vamos. Quien tiene segunda residencia la abre y quien no se encaja en casa de los parientes. ¿Cuántos emigrantes e hijos de emigrantes tiene esta región? ¿Miles?

Confieso que esta cuestión me tiene un tanto preocupado. Sobre todo después de escuchar al consejero de Sanidad, José María Vergeles, informando de que se está apreciando un «aumento significativo» de peticiones de tarjetas sanitarias para desplazados. Eso quiere decir que gente proveniente de otras comunidades autónomas se vienen a Extremadura pero no sin antes poner los papeles en regla por si necesitan ir al médico.

Hay pueblos donde se ha pedido a los foráneos directamente que se queden en casa, bando de alcaldía incluido, pero en otros no se sabe en qué número han llegado y, en consecuencia, no dejan de resultar un peligro en potencia si se tiene en cuenta que nuestros pueblos acogen a muchos mayores, precisamente esa población de riesgo que se debería proteger con especial cuidado de esta pandemia. No se trata de echar a nadie, entre otras cosas porque el daño (si lo hay) ya está hecho, pero al menos habrá que pedir altas dosis de concienciación y responsabilidad para toda esa gente que ha llegado de Madrid o Barcelona estos días. No son unas vacaciones sino un confinamiento en casa, esté donde esté la morada de cada uno. De ello se encargarán las fuerzas de Seguridad del Estado y las policías locales, pero debería salir de cada uno.

Extremadura está preparada para asimilar un número determinado de contagios en sus hospitales y sus respectivas Unidades de Cuidados Intensivos si es necesario, pero no hay que olvidar que en esta región vivimos un millón de habitantes y cualquier aumento significativo de pacientes o enfermos suponen un problema de atención, sobre todo si como está ocurriendo en Italia y ahora en Madrid la curva de ascenso de contagios es demasiado elevada y ésta se produce excesivamente rápida.

Visto lo visto nos enfrentamos a una crisis sin precedentes en este país. Y sinceramente no sé si los españoles vamos a estar preparados para soportarla. La gente, y yo el primero, no reacciona ni se conciencia de un problema de esta trascendencia hasta que le ve las orejas al lobo. El coronavirus y su expansión nos viene avisando desde hace meses cuando estalló en diciembre en China, pero el ‘salto’ a Italia supuso un antes y un después y no se ha apreciado una solvencia ni actuación lo suficientemente diligente desde entonces, sobre todo si lo que trasciende son discrepancias en el seno del consejo de ministros y las decisiones que tardan en llegar. En una situación grave cunde el pánico y un retraso en una comparecencia de prensa de unas pocas horas resulta demasiado tiempo.

Porque no cabe duda de que una declaración de alarma en este país va a suponer una barrera contra la extensión del coronavirus, pero sus efectos en la economía tardarán en salvarse meses e incluso años. Que se preparen las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, esas que un simple devaneo de la economía los aboca al desastre. El panorama al que se enfrentan va a resultar catastrófico para los próximos meses, si se tiene en cuenta que se van a restringir los movimientos en todo el país y se va a imponer el cierre de tiendas y comercios que no sean de alimentación o establecimientos de hostelería.

Las cancelaciones de contratos están llegando ya en fin de semana, no digamos a partir del lunes y cuando avancen los días. Ello se traducirá en expedientes de regulación de empleo y despidos masivos. Para qué quiero camareros si no pueden atender las mesas, para qué necesito mecánicos si no me entran coches en el taller.

Este país se la juega, de ahí que coincida con el presidente Pedro Sánchez en que deberíamos dejar a un lado las diferencias territoriales o las políticas de uno y otro partido y ponernos todos a una. Lo enrevesado que es nuestro estado de las autonomías resulta un caldo de cultivo ideal para la extensión de cualquier crisis o pandemia.