Expresión con la que se identifica a esa especie cada vez menos singular de bípedos que se trasladan de un lugar a otro en dos ruedas con motor en lugar de hacerlo a pie o en cuatro ruedas, como todo ser decente: los moteros. ¡Van como locos!

Que yo sepa, los locos no van de ninguna forma porque suelen estar internados en centros especializados. Y cada vez que, ante esa afirmación, he preguntado cómo va un loco de los de verdad, la gente me ha descrito a alguien hablando solo, riéndose mientras mira a ninguna parte, abstraído de todo cuanto le rodea y, desde luego, nunca triste. De lo cual cabe deducir que la mitad de la población, sobre todo joven, está como una chota: ¿no es esa la imagen de alguien pegado a un móvil? Desde luego, no la de un tipo embutido en un traje de cuero, con guantes y casco, subido en una moto...

Me da mucha risa cuando leo a quienes resumen, a su manera, los comentarios de un ministro o de un director general. Sobre todo cuando se hacen eco del diagnóstico de este último, que culpa a personas mayores de 35 años, de alto poder adquisitivo (una panda de pijos, o sea) con moto grande que sólo usan los fines de semana; pero no recogen la opinión del ministro que le desautoriza cuando afirma que el Gobierno no culpa a nadie de los accidentes. El caso es que nunca se mojan más que para recomendar más o menos veladamente la forma de cortar esa plaga. Antes fueron los niñatos que hacían ruido y serpenteaban entre los coches en las largas colas a semáforo cerrado. Ahora son los mayores de 35 con moto grande de fin de semana. En medio, los salvajes de las motos de campo y los quads. Todo cuanto huela a moto apesta.

No es de ahora la cosa ni sólo de aquí. Desde los años 70, todos los jueves del año se realiza en París una concentración de motos, al anochecer, en la plaza de la Bastilla. Desde allí, atravesando la ciudad por sus barrios más lujosos, llegan a los Campos Elíseos y rodean el Arco de Triunfo haciendo sonar sus cláxones y levantando pancartas. No es una quedada de amigos: es una protesta continua contra las leyes siempre coercitivas para las motos y una reclamación constante de respeto a los automovilistas que, en demasiados casos, pasan de ellos. Por eso, más de la mitad de los accidentes en los que está implicada una moto es culpa de un conductor de coche que no vio, o no miró o no le dio la gana de cederle el paso.

Pero tal parece que la solución sea, simplemente, hacer desaparecer las motos. Y no es tan sencillo. Hay más de un millón de motos en España. Hay una industria, muy desarrollada ya, que da trabajo a mucha gente. Y mucha gente que se gana la vida con una moto. Pero, sobre todo, está el derecho de todo ciudadano a utilizar el vehículo que le apetezca cuando le apetezca siempre que sea de acuerdo con la ley. En cuanto a las culpas...

XMUCHAS MUERTESx y desgracias personales no se habrían producido si los guardarraíles asesinos se hubieran diseñado pensando también en las motos. O si se señalizara el pavimento con pinturas antideslizantes, que las hay: los pasos de peatones, por ejemplo, son auténticas trampas en cuanto caen dos gotas de agua. Si, de paso, arreglaran las carreteras nacionales y autonómicas, mejor que mejor. Y si los chavales recibieran auténticos cursos de educación vial en los colegios, ni les cuento.

Ha dicho el ministro Rubalcaba que para noviembre saldrán 70 nuevas disposiciones tendentes a mejorar la seguridad de las motos. Bienvenidas sean. Aunque, conociendo el percal, estoy por apostar a que más de la mitad serán prohibitivas o coercitivas.

Nuestro nuevo presidente, Fernández Vara , ha prometido transformar los guardarraíles y he tenido oportunidad de ver algunas curvas con doble bionda, pero en otras no he visto más que unos barriletes forrando los soportes y no me gustaría a mí probar su eficacia, la verdad. A lo mejor no me cortan las piernas, pero no estoy muy seguro de salvar la columna vertebral.

Lo que más me ha preocupado es que se ha utilizado la información de los últimos accidentes mortales para tratar, una vez más, a las motos como un problema, cuando en la mayoría de los casos es una auténtica solución: agilización de la circulación, mínima ocupación de espacio en los aparcamientos y, por supuesto, menor contaminación.

Nunca he defendido a todos los moteros como tampoco he atacado a todos los cocheros , porque he visto barbaridades en los dos bandos (tengo moto desde 1971) y porque sería una estupidez, ya que la mayor parte actúa siguiendo la ley.

Por eso no acepto los comentarios sensacionalistas (o paternalistas, peores aún) que presentan a los moteros casi como delincuentes o destacan, con ocasión de un GP de Motociclismo como el de Jerez, o ahora con la información de la DGT, sólo la cifra de muertos, como auténticos buitres. Porque crean una opinión pública tan deformada como falsa: la de que los moteros, todos, vamos como locos. Aunque luego no sepan ni cómo va un loco. Si es que va...

*Profesor