Tras la polémica de la crítica de Pablo Iglesias a Amancio Ortega, la cuestión ética del origen de las donaciones vuelve a aflorar en nuestra asociación. ¿Deberíamos aceptar toda donación sin importar el origen de esta? ¿O deberíamos aceptar únicamente aquellas cuyo donante tenga valores alineados con los de nuestra entidad, incluso en detrimento del beneficiario? Nosotros, una oenegé de cooperación internacional que lucha en el campo sanitario infantil, ¿hubiésemos aceptado las generosas contribuciones del hombre más rico de España sabiendo su historial de explotación de menores en los mismos países donde actuamos? ¿Obviaríamos estos hechos si la viabilidad de nuestros proyectos dependiera de exclusivamente de dichas aportaciones? Si estuviésemos deshidratados, ¿aceptaríamos un vaso de agua de nuestro mayor enemigo por nuestra supervivencia? ¿Esta acción lo haría menos odiado o redimiría sus anteriores acciones por muy deshonestas que fueran? Las denuncias de explotación laboral causada por la deslocalización de Inditex son una realidad, por mucho que su gerente delegue la responsabilidad ética a las subcontratas o culpabilice a la globalización. Además, la estrategia fiscal de Inditex, como la de muchas otras multinacionales, perjudica nuestro sediento sistema sanitario, siendo sus donaciones un mero alivio momentáneo a su sed. Sin embargo, mientras la sanidad pública, al igual que el tercer sector, siga en crisis, muchos no tendrán más remedio que confiar en la filantropía y ser agradecidos con los millonarios mecenas de ambigua moral que garantizan su subsistencia.