Profesor y exdiputado

El acto institucional con el que se celebraba el aniversario del Estatuto de Autonomía fue, a la vez, un cementerio de elefantes y un vivero de aspiraciones. Porque en esto de la política muy pocos consideran que ya se les ha pasado el arroz y saludar, ser vistos y "estar ahí" es necesario.

Alcaldables, aspirantes a figurar en listas, meritorios de consejerías, correveidiles de los partidos. En fin, una fauna variada que aprovechó la ocasión para interesarse por "cómo va lo mío", por qué ha pasado lo que ha pasado en Plasencia, quién será el candidato a la diputación de Cáceres y otras transcendentales cuestiones.

Carlitos Lejárraga te contaba los pormenores del problema popular en Plasencia, en el que algo habrá tenido que ver él, que después podías contrastar con los altos cargos populares. Floriano, protegido por su guardia pretoriana, de la que solamente se desprendía para atender al móvil percibiendo desde la distancia la crítica pacense y emeritense hacia su actuación en Plasencia. Ramallo haciendo gala de cazurrería y deseando explicar sus relaciones con Rato, que si fuerte fue lo del saludo, más fuerte fueron las palabras que le dirigió él por teléfono. Vélez, en una nube, parece estar siempre a punto de hacer una novela. Veiga oscilando entre el sentido institucional y la ironía que con tanto arte maneja. Bazaga en estado de encantamiento. Antonio Rosa volvía a sus orígenes y recibía la consideración de todos. Los socialistas placentinos paseaban a su candidata mientras soñaban con los réditos que les proporcionará el caso Díaz. Jiménez y Checa en tierra de nadie. ¡Sánchez Amor y Romera! Eugenio trasladó su despacho al patio de la Asamblea. La mesura, la disponibilidad, la diligencia y la amabilidad de Carmen Acevedo, como siempre. Caperote, alumno de Descartes, con la duda metódica. Los Baselga con fe en el futuro e incertidumbres en el presente. La Iglesia Católica muy satisfecha porque este invento de la autonomía no ha sido un aborto. Antonio Vázquez de gallego, que no sabes si está ni si quiere estar, mientras hace teoría institucional. Adolfo, el candidato in pectore de muchos. Martín Clemente tomaba nota del ágape. Sánchez Polo con cara de funeral baloncestístico. Ibarra, saludo obligado y controlado, suele estar distendido en estos actos aunque ni aun así le dice al personal "qué bien lo has hecho", con lo que el personal se lo agradecería. En un rincón unos ojos lo recorrían todo, su mente tomaba nota de cualquier cosa que se movía, sus labios apenas se abrían. Era Federico, claro. Si se decidiera, él sí que podría hacer una completa crónica de todo lo que sucedió y se habló.

Echamos de menos a algunos. Isidoro Hernández Sito y sus notas de humor socarrón. Marcelina Elviro, que hubiera brujuleado a conciencia. Jacinto, tan institucional. Pérez Regadera, que ha cambiado las tencas por Monfragüe. Y Fernando Baselga, el inolvidable amigo.

Que veinte años no es nada, decía el tango. Pero el montaje fotográfico del Periódico (cuántos agradecimientos hacia Angel Báez) y las sienes plateadas decían otra cosa. Y si se trata de comparar la Extremadura de entonces con la de ahora, ni te cuento. Y allí estaban algunos de los culpables.