He visto un cielo con más estrellas que países caben en este planeta, justo sobre mi cabeza, en una noche de verano, cualquier verano de nuestras vidas. Y ríos desembocando en el mar, aguas que eran arroyos, a ratos embalses y luego son nada.

Amigos que son amantes, promesas que son realidad, adioses y holas en estaciones de trenes que no llegan, sonrisas que paraban el tiempo y silencios llenos de sentido.

He visto tus ojos mirarme a media calle y tus manos describiendo la exacta curva de algo que quise interpretar como mi cintura.

Y lo que no he visto lo imagino a base de deseo y tiempo, porque en mi cabeza mando yo, y a veces ni eso.

Será que a veces necesito, como todos, pensar menos y sentir más; será que se nos olvidó lo que era importante y andamos perdidos sosteniendo ideas ajenas, ideas que no valen nada, ahora lo sabes.

Que en veinte años, con suerte, te acordarás de estos días confusos más por lo que dejaste de hacer que por lo que sentiste. Y va a dar igual si alguien ganó o perdió.

Porque, si aún estás, recordarás más la mano que agarraste, el beso que dejaste a deber, el sabor exacto de ese vino un mediodía, el mensaje que te llegó sin esperarlo. Vas a recordar que dijiste adiós, que descubriste una canción que te hizo sonreír, que alguien se fue para siempre.

La piel, las ganas, la ilusión, eso es lo que va a quedar tras la ruina y la pena. Y el aire en la cara, los besos a tus enanos, la sal en los labios.

Que viene gris, tirando a negro, sí. Pero que necesitamos seguir buscando una luz al final.

Y que necesito creerlo para seguir caminando. Y que no me rindo. No te rindas.

*Periodista