Veinte días es lo que hemos tardado en verle de nuevo las orejas al lobo, y tener que empezar a tomar medidas. Uno, dos, tres, cuatro brotes de covid en Badajoz (a la hora de escribir estas líneas), una concentración y una tendencia bastante más seria y preocupante que el caso esporádico de la persona que llegó de Almería a Navalmoral y originó allí el primero de los focos.

Y ahora llevamos ya más de una jornada con la mascarilla obligatoria en todo momento y situación, por esos brotes en Badajoz, con una acumulación de nuevos casos que ha situado a Extremadura con unas tasas de covid/100.000 habitantes que están empezando a acercarse peligrosamente a las de Madrid, por ejemplo, y amenazan con asaltar y superar a la media nacional.

El domingo día 21 de junio se acabó el estado de alarma y comenzó la nueva normalidad con la Junta de Extremadura, y también los ayuntamientos, que no se olvide, a los mandos, para lo bueno y para lo malo.

Desde ahí, hasta este viernes 10 en que se adopta la primera medida, tapabocas obligatorio, han pasado veinte días en los que, desde el primero, muchos ciudadanos se han escandalizado por la falta de cuidado e incumplimiento de normas básicas -distancia, mascarilla, evitar jolgorios en los que se habla a voz en grito con el riesgo de lanzamiento de gotas en cantidad--, a la vista de todos especialmente en terrazas de hostelería, tanto entre jóvenes como personas de más edad y riesgo.

Muchos nos hemos preguntado por qué, con la misma diligencia que se procuró el confinamiento en los peores momentos y solo salir para lo imprescindible, las autoridades no han ordenado y procurado que fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado atajaran suficientemente esas situaciones y desde el primer momento; resulta imposible rastrear fiestas privadas, pero a la vista de todos estaba la imprudencia bastante extensiva que se estaba cometiendo y con la que estábamos jugando a la lotería.

Podía no haber pasado nada, que la carga viral fuera insignificante, pero no ha sido así, y el virus andaba agazapado, aún con la fuerza necesaria para contagiar y alarmar, si bien de momento los contagiados presentan solo síntomas leves y por ahora no hay incidencia hospitalaria relevante, por ejemplo en los últimos siete días solo siete personas han ingresado en UCI de toda España.

Tenemos un serio problema a la hora de conseguir el equilibrio entre seguridad sanitaria y reanimación económica; las ganas de recuperar tiempo, con fiestas y encuentros de amigos y familiares, y los recursos de la hostelería como punto de encuentro, están empezando a desequilibrar la situación, pero no solo eso, asistimos a un aparente desconcierto y asimetría en la normativa y aplicación práctica de las precauciones.

Por ejemplo se instalan castillos hinchables, se prohibieron las fiestas populares pero se permiten parques de atracciones a discreción municipal, los mercadillos crecen en ocupación, al fútbol se podría ir ocupando el 50% de los asientos pero a los teatros y conciertos al 75%... Se nos dice que mascarilla obligatoria en todo momento pero que si estamos comiendo en una terraza no, con lo que ¿vale con un platito de patatas fritas, una tapa con cerveza para que se sigan produciendo encuentros de mesa compartida con diez o quince personas sin precaución alguna y a risotadas?

¿Las personas vulnerables y de riesgo ante este panorama pueden estar tranquilas? O también, ¿qué pensará un vecino de esos tantos pueblos extremeños pequeños donde, como se ha reaccionado en redes sociales ante la mascarilla obligatoria, difícilmente te encuentras a alguien por la calle y mucho menos si paseas por el campo?

No, difícilmente se dan las condiciones para la reactivación económica que desearíamos, y del tipo que tenemos. No hay ambiente turístico, muchos no podrán y otros no querrán arriesgarse a viajar porque nuestro carácter socialmente expansivo nos lleva rápido a propasarnos, y con lo que está ocurriendo en lugares como Badajoz es para pensárselo y mucho. La salud se impone, aunque también por otro lado es evidente la desigualdad económica con que unos y otros están afrontando esta crisis.

*Periodista.