Maestro

En el huerto de la escuela ha sentado sus reales la primavera y crecen guisantes, habas, cebollas, ajos, lechugas, plantas de tomates y pimientos, entre otras plantas sembradas. Los bulbos florecieron y adornan la fachada del aula con un zócalo multicolor al que los jacintos impregnan con su aroma. En tiempos como los que nos ha tocado vivir, educar para la convivencia y la paz es un objetivo irrenunciable. Cuando más intenso era el bombardeo y el asalto a Irak, en la escuela pública de un pueblo extremeño, Malpartida de Cáceres, al que a diario acude un puñado de niños árabes, en la zona del patio conocida como las peñas, unas manos infantiles movidas por el ansia de que no haya más guerras han plantado un olivo. No es uno más de los olivos de nuestra tierra. Tampoco es un olivo corriente. De él se espera una cosecha generosa, pero no de aceitunas, porque la intención de maestros y chavales al plantarlo es la de recoger un fruto intangible pero deseado y esperado como la cosecha más espléndida. Es el olivo de la paz. Quien quiera contemplarlo acérquese al Colegio Público Los Arcos. De otros colegios expulsan a alumnos por mostrar su rechazo a la guerra. En el nuestro arraiga un árbol como símbolo perenne del deseo de paz. Ese deseo y no otra intención es la que mueve cada tarde de los jueves a un puñado de cacereños a concentrarnos en el bombo. El pasado jueves las velas alumbraron la esperanza de que pare esta sinrazón que es la guerra, desatada por los intereses de los de la econosuya. La poesía se hizo presente y escuchamos poemas de autores y versos de niños, jóvenes y no tan jóvenes nacidos del sentimiento de repulsa que producen la guerra y sus mentores y el dolor de sus consecuencias en los cuerpos inocentes. En la misma ciudad, pero en otro lugar, cientos de jóvenes desconectaban de la realidad compartiendo charla y copa. A pocos días del comienzo de nuestra semana grande, Fernando García Morales nos hizo disfrutar con su pregón, aderezando su brillante disertación con anécdotas, recuerdos y esos toques personales que sólo él sabe poner a sus cosas. Magnífica la intervención de la banda municipal que acompañará los desfiles procesionales al igual que la banda de diputación. Por lo demás, la campaña ya está en el disparadero. Saponi se ha montado en los autobuses que ha dejado Floriano y nos espera en las cabinas telefónicas para recordarnos que es de Cáceres de toda la vida, como si eso fuera un mérito para distanciarse de otros candidatos o candidatas. De Cáceres es el que vive en ella, siente sus problemas como propios y participa en las cosas de la ciudad. Resulta cuando menos chocante que a estas alturas quienes hacen bandera de su rechazo a los nacionalismos abanderen localismos. Otros se anuncian como amigos y regalan entradas para ir al baloncesto e invitan a jamón. Mejor es eso que regalar mecheros quienes luego legislan contra el consumo de tabaco. Está bien que haya varias candidaturas, pues eso es el reflejo del interés por participar para mejorar el bienestar ciudadano y de que quienes han estado gobernando hasta ahora con mayoría absoluta no lo han hecho tan bien como dijeron.