Suceda lo que suceda hoy en las urnas, nada volverá a ser ya lo mismo en la política gallega y, probablemente, en la política española. Hayan acertado o no las encuestas, y cobren la fuerza del compromiso las promesas del PP o del PSdeG, lo cierto es que la campaña gallega ha desencadenado un proceso que deberá tener sus propios efectos.

Por ejemplo, hay pocas dudas de que a Manuel Fraga , venza o suspenda, le quedan poquísimos espacios más de ejercicio del poder. Primero, por su propia edad y estado de salud. Con arrugas o sin ellas, pocos dudan de que Fraga está llegando al final de un larguísimo itinerario en el que se ha obstinado en continuar. Pero ya esta campaña de 2005 ha dejado abierta la campaña de la sucesión, y algunos personajes se han visto en la necesidad de dar el paso adelante: aquí estoy, don Manuel, decidido a sucederle en el liderazgo, ha proclamado Cuiña , de manera un tanto intempestiva e inesperada, lo que ha merecido miradas de odio reconcentrado en adversarios del representante del sector popular de la boina. Núñez Feijoo se habrá preguntado para qué aterrizó un buen día en A Coruña y ha venido haciendo el curso intensivo de segundo de Fraga.

De manera que, suceda lo que suceda, la sucesión de Fraga ha quedado abierta y no será asunto sencillo. La propia resistencia de don Manuel a verse sucedido ha ido postergando la solución a un problema de urgente y difícil arreglo. Eso, por lo que sucede de Fraga para abajo . De Fraga para arriba, deja a Mariano Rajoy otra papeleta no menos complicada: Rajoy dio por buena la decisión de Fraga de permanecer como candidato a sucederse a sí mismo para una legislatura más. No tuvo arrestos, o coraje, o valentía política, para relevarle en la candidatura, consciente, en todo caso, de que asumía una parte de responsabilidad, sobre todo en caso de su derrota. Pero incluso en su hipotética victoria, se daba por descontado que Manuel Fraga no podría apurar los cuatro años de su legislatura. Es decir, sólo se posponía el problema de resolver su relevo al frente de la Xunta o al frente del PP gallego.

Y por lo que se refiere a la izquierda, la experiencia de la campaña también debiera resultar instructiva. Era cosa notoria que ni Touriño , ni Anxo Quintana estaban a la altura de su adversario, aunque a éste le sobraban muchos años para la pelea. La ventaja de Fraga, en todo caso, y pese al Prestige y a las divisiones y enfrentamientos internos en el PP, ha resultado siempre evidente y amplísima. La izquierda se ha visto en la necesidad de ir cambiando de candidato cada vez que el anterior caía en combate. También para la izquierda hay posfraguismo . Y si Fraga ha tenido como acompañante fiel a Rajoy, Zapatero también ha permanecido al lado de su combatiente Touriño. Los dos jefes de fila, el Gobierno y la oposición, ganan o pierden, inevitablemente, en los comicios gallegos.

También para la izquierda hay ´posfraguismo´. Y si Fraga ha tenido como acompañante a Rajoy, Zapatero también ha permanecido al lado de su combatiente Touriño. Los dos jefes, el Gobierno y la oposición, ganan o pierden, inevitablemente.