TEtn el fragor de este verano, con la ciudadanía decidida a echarse a la calle a pesar de los calores y un gobierno en funciones, me detengo en quienes están exentos de vacaciones. Y no porque no quieran, sino porque no tienen más remedio. Ejemplos hay muchos, imaginen, pero cada mañana al salir de casa veo al mismo tipo colocando la terraza de la plaza en un ejercicio de supervivencia para que agosto pase de una vez por todas y le permita tomarse un respiro. O, digo yo, ¿qué pensarán las empleadas de la tienda que a primera hora de la tarde sigue vacía para desesperación de la caja registradora? Mientras, en las playas y piscinas, el verdadero verano se da un festín hasta que llegue septiembre y los niños pegan el estirón sin darnos cuenta. Es curioso lo que pasa en esta época del año: los cambios se suceden en silencio y con más calma de lo que pudiéramos pensar. Con los pies mojados se piensa mejor, aunque a veces aspiremos a que la desconexión de las preocupaciones que tenemos el resto del año sea total. Por eso, ahora que la vida va más lenta, los actores invisibles que no paran permanecen inmóviles en sus rutinas, como quien supiera que las costumbres no tienen remedio a pesar de que sea estío. La otra mañana me detuve ante el escaparate de una cafetería del centro que anunciaba vacaciones hasta final de mes e imaginé a los camareros olvidando las prisas y dándose un homenaje en el chiringuito playero que estuviera de moda. Mi amigo Diego , que es un tipo muy listo porque lleva años con un negocio resistiendo tempestades y bonanzas, dice que ahora ve más movimiento que en veranos anteriores. Y yo me fío de lo que me cuenta porque él es precisamente uno de los tipos que ocupan mi ciudad y dan servicio a los abnegados que hacen verdad la frase de que las bicicletas son para el verano. Ni qué decir tiene que creo también que necesita unas vacaciones con urgencia, da igual que los demás nos afanemos en sacarlo de casa o de la tienda a base de tomar cañas. Ocurre, sin embargo, que para él u otros llegará en poco tiempo el deseado septiembre. Quizá para entonces tengan un plan. Alguien me decía el otro día que el verano se le está haciendo largo, esta vez por exceso de vacaciones, que el pueblo ya se le queda pequeño y tiene unas ganas locas de volver al jaleo de la gran ciudad.

Ya ven, unos tantos y otros, tan poco. Pues eso, salud.