Dicen mis ‘haters’ en las redes que por qué les hablo de mis vacaciones. Que eso no es noticia. Que sobra en un articulista de este estupendo periódico en el que su personal sigue currando en verano para que todos nos enteremos de lo que pasa al momento. Como soy reacio a hacer propósito de enmienda, les contaré que hace unos días estuve con mi familia en Málaga, esa ciudad que luce un lema maravilloso: donde habita el arte. Dando un paseo por sus atestadas calles —qué barbaridad, lo que dejan los cruceros—, me volví a enamorar de ese modelo de capitales que han apostado decididamente por la cultura para salir del monólogo de sol y playa. Y la culpa la tuvo Paco de la Torre, alcalde del PP para más señas, que hace años fue valiente y decidió por dónde había que tirar para que la ciudad recuperara pulso y no fuera un lugar de paso cualquiera camino de Benalmádena y Torremolinos.

Tomé un café con mi amiga Cristina Consuegra, directora del MaF (Málaga de Festival), que apuesta por una programación variada de géneros y que sirve de aperitivo maravilloso para su festival de cine. Reconozco que sentí una sana envidia cuando me contó que el dinero público se está utilizando con criterio para atraer a quienes gustan de la cultura, no de grandes eventos, sino construida a base de trabajo de pico y pala, la que hace mejores a las ciudades.

El próximo otoño, el actor malagueño Antonio Banderas abrirá, con el apoyo de Caixabank, un teatro al estilo de Broadway en el centro de Málaga en un cine abandonado. Y será la bomba, seguro, porque vendrán más turistas y los ciudadanos disfrutaran más de su casa cuando salgan a dar un paseo. Claro, que no todo es tan bonito como lo pintan. Los precios de los pisos se han disparado y ya es un lujo vivir en el meollo. Y es que, a veces, viajar te sirve para darte cuenta de que los sueños de otras ciudades también se hacen realidad. ¿Cuál es el suyo para la suya?.