Los nervios de los conductores se notan por el sonido de su avance. No es solamente por tener las ventanas abiertas por lo que se puede seguir a distancia la aceleración de una moto o de un coche, también estando en la acera se ven y se oyen estos nervios. Hay un buen puñado de motoristas que trasladan los nervios a la muñeca y con un acelerón ruidoso tienen que frenar en seco en el siguiente semáforo. La tranquilidad en el salón de casa queda cortada a menudo por un ruido incómodo que llega por un oído y continúa, durante un tiempo, por el otro. La combinación de nervios, de verano y de vacaciones es una mezcla poco saludable. Tanto para los que la sufren, como para los propios responsables del acontecimiento. Las cifras de siniestros y de fallecidos por accidentes de tráfico del mes de julio no son nada interesantes, pero sí son un reflejo de esta forma provocadora de conducción que he observado en las últimas semanas: zigzags entre vehículos, cambios bruscos de carril con aceleración y sin intermitente, etcétera. Los nervios a flor de piel justo bajo la laca del vehículo. ¿Es el verano? A mí me gusta la tranquilidad. Tanto conduciendo como andando. También pido respeto para mis sufridos oídos. Ya está bien de molestar con los caballos de debajo del capó. A los conductores que necesitan desactivar la energía que les sobra les diría que vayan a correr usando las piernas y no solamente la muñeca o la punta del pie. Que traten a los demás con más educación, que dejen el ruido en el taller de pruebas y que no expongan a los ciudadanos al peligro ni al ruido innecesario. En definitiva, que nos ayuden a terminar con buena salud y buen humor las vacaciones.

Ole Thorson **

Correo electrónico