Cuando se cumple el primer aniversario de la guerra del Perejil, el peñón reconquistado al alba y con fuerte levante, el ministro de Defensa, Federico Trillo, ha encontrado de nuevo una ocasión para ejercitar su vocación literaria. Manuel Martín Ferrand, en Abc , sostiene que "cursi", "redicho" o "emperifollado" son adjetivos que resultan insuficientes para definir a "la cursilería en el lenguaje" del ministro: "Ha llegado a decir (...) que los soldados españoles podrán defenderse por medio del empleo mínimo de la fuerza, que debe entenderse como aquella que, incluyendo la letal, se limita a su nivel y proporcionalidad así como en su duración e intensidad. Eso sobrepasa los límites de la normalidad".

En El Mundo, Francisco Umbral se muestra igualmente abrumado por la prosa ministerial, "falsamente barroca ya que tiende más a la precisión burocrática que a la exaltación de la palabra". El escritor discrepa de quien "detrás de tanta prosa (...) ve la mentira mal hecha y bien dicha", y opina que "lo que dice Trillo sólo es mentira en lo que tiene de exceso literario".

En el Cultural del diario Abc, Alejandro Gándara se queda con otro hallazgo, el del ministro Javier Arenas, que quitó importancia a una lucubración sobre el futuro de Aznar porque sólo fue una "reflexión intelectual". "Arenas es un sabio: (...) lo más importante es que la reflexión intelectual permite que te desdigas. Tengo un amigo que acaba de desdecirse de su matrimonio y mientras él se anonadaba en Jack Daniels y en la culpabilidad, yo le aseguraba que eso no era culpa, sino reflexión intelectual".