Angel Acebes convirtió ayer su comparecencia ante la comisión del 11-M en un mitin político. Los testimonios del exministro del Interior y del exportavoz Eduardo Zaplana aportaron poca o ninguna luz a una investigación parlamentaria que, como era de prever, se ha transformado en escenario en el que socialistas y populares saldan sus diferencias en sucesivas confrontaciones. Y todo ello ante la atónita incomprensión de la opinión pública.

La "verdad" ciegamente defendida por los exministros de Aznar es exactamente la misma que hace cuatro meses y medio, cuando sucedió la masacre: el Gobierno "nunca mintió" y siempre informó en tiempo real de la marcha de las pesquisas sobre la autoría de los atentados. Por no rectificar su versión inicial, Acebes ni siquiera quiso excluir ayer que ETA participara de algún modo en el 11-M y siguió insistiendo en esa autoría. Acebes incluso contradijo a los mandos policiales --sus antiguos subordinados-- que han atestiguado que la pista islamista fue cobrando fuerza hasta ser, el 13 al mediodía, la única hipótesis de las fuerzas de seguridad. Si la comisión busca la verdad, su deber es cotejar con careos las versiones del exministro y los policías.