WSwe esperaba un discurso programático y Benedicto XVI pronunció una homilía en su entronización universal como primer papa de la Iglesia católica del tercer milenio. El tono teológico se impuso al político. Pero los comentarios que hizo del palio y del anillo del pescador no tenían como únicos destinatarios a los católicos, y envueltas en ese lenguaje profesoral aparecieron sus dos preocupaciones más profundas.

La primera, el convencimiento de que si el evangelio es verdadero, lo es para todos los hombres; una luz sin la cual "los hombres vivimos alienados en un mar de oscuridad". Y por ese camino se podría llegar a la conclusión de que sólo la verdad tiene derechos y eso lleva a formas superadas de intolerancia. La segunda, la unidad. "La red se ha roto", decía dolorido, y podría estar pensando en la división entre cristianos, pero también en las tensiones dentro de la Iglesia, porque Ratzinger sabe bien que la firmeza doctrinal del papado anterior acalló las disidencias pero no las eliminó.

El papa Benedicto XVI no expuso un programa de gobierno. Pero se encomendó a Dios para ratificar con guante de seda lo que el cardenal Ratzinger entendía como verdades absolutas. Ojalá prefiera el diálogo a la autoridad.