Hay quien prefiere no saber. Vivir la vida como viene, sin complicarse, sin pensar demasiado. Que se lo den todo hecho, que no haya que tomar muchas decisiones, y si las hay, que no sean más allá de si prefiere tinto o blanco, playa o montaña. Esas personas que se permiten el lujo de decir ‘Yo paso de política’, como si todo lo que compone su forma de vivir no estuviera marcado, precisamente, por esa política.

No creo que España se haya enfrentado nunca a un reto como éste: elegir entre preservar la vida o la economía. Y ahí estamos, en ese pulso, cumpliendo como buenos ciudadanos con lo que se nos dice que debemos hacer, aunque no tengamos la certeza de que quienes nos mandan sepan lo que hacen o se limitan a improvisar y huir hacia a delante.

Y entonces, además de la obediencia, se exige el silencio. Nada de opinar en contra de la gestión, nada de poner en duda los métodos, nada de exigir. Como a niños chicos, se nos pide sumisión ciega y se nos dice qué debemos saber y qué no. Que no nos conviene ver ataúdes, que no necesitamos saber quién es responsable de algunas decisiones, que es mejor aplaudir y creer sólo lo que dicen que tenemos que creer. La lealtad ciega. La absoluta confianza. Y no, no tengo interés ninguno en ver cementerios, ni en ver cuerpos apilados en bolsas, ni el sufrimiento de ninguna persona. Pero eso existe: está pasando y es real. Por mucho que se maquillen los números, se hable de curvas que suben y bajan, al final serán Luis, Emilia, José Antonio, Teresa, Inés... y así hasta más de 20.000 nombres, vidas, personas que no van a volver a sus casas, a abrazar a nadie, a sonreír. Pero, por nuestro bien, papá Estado dice lo que nos conviene saber y lo que no, cercenando la libertad de expresión y moldeando la verdad para que no nos asuste. Paños calientes, no miréis, niños, que da miedo.

No quiero que piensen por mí, que me protejan de la verdad, que me ofrezcan SU verdad, que me la pinten de morado. Que me crean incapaz de asumirlo o de escoger mi versión.

Porque yo elijo saber, y mi criterio decide qué creo y qué no.

Yo elijo saber.

* Periodista