En estas fechas navideñas resulta inevitable hacer balance del año y para ello nos ayudamos de cifras. Lo que hemos ganado, lo que hemos perdido, cuánto hemos avanzado, cuánto retrocedido. ¿Y si ese balance fuera haber cumplido un mísero cuatro por ciento? Sería algo vergonzoso, ¿verdad?

Hay un helador pasotismo alrededor de la tragedia que definirá nuestro momento cuando seamos Historia y estemos en los libros de colegio de los niños, de los universitarios. Un abochornante hecho reflejado, en este año que se cierra, en un número que leemos sin que se nos hiele la sangre: España sólo ha acogido a un vergonzoso 4% de los refugiados sirios que se comprometió. Sólo 687 personas ante un drama que golpea a unos cuanto millones, entre cinco y ocho, difícil de concretar.

Podríamos haber sido tú o yo, de hecho, en otro momento fueron nuestros abuelos, nuestros bisabuelos. Pero cada vez alejamos más el problema.

La cifra a la que España se comprometió ya era irrisoria: se trataba de acoger solo a 17.387 personas. Y ni eso hemos podido hacer.

Pero no ha habido insistentes titulares reflejando la desfachatez, ni conversaciones en los bares acaloradas de indignación. Tampoco ha influido en el voto. Ni en las conversaciones casuales. Si acaso, todo lo contrario. Los refugiados se han criminalizado, se han alejado de la humana solidaridad para convertirlos en amenazas. Y nosotros lo hemos permitido.

Pues ahí van más datos para valorar: hay más de 4,8 millones de refugiados sirios repartidos entre Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. No son precisamente países capaces de ofrecer un futuro digno a quienes sólo huyen de la muerte. En cambio, países ricos que sí podrían, digan lo que digan, como Alemania, Australia, Canadá, España, EEUU, Países Bajos, Reino Unido y Rusia, que juntos solo han acogido a un 3% del global.

Parece que los dramas sociales, este otros muchos, nos duelen cada vez menos, ¿nos puede la impotencia? ¿Estamos normalizándolo? Es hora de que ese balance nos haga despertar. Estas heridas abiertas permiten infecciones peores, es un sangrado que nos debilita a todos. Ya estamos viviendo algunas de las consecuencias. ¿Por qué nos cuesta tanto verlo?

Este 2016 se despide cabizbajo y se lleva consigo muchas cifras desgarradoras. Pronto empezaremos a hablar de los propósitos de año nuevo y, al menos, es esperanzador saber que partimos de una base fácil de superar: un mísero cuatro por ciento.

* Periodista