SANIDAD CACEREÑA

Vergüenza de Hospital Universitario

Guadalupe Reguero iglesias

Llevamos 8’30 horas esperando un ingreso en el hall del Hospital Universitario de Cáceres. Puestos al habla con la ventanilla de ingresos nos comunican que no pueden hacer nada, hemos subido a la planta y nos informan que desde la 13’30 horas está avisado el equipo de limpieza y no ha acudido cuando son las 17’13 minutos. Es de vergüenza la mala organización y el pésimo trato dado a pacientes de avanzada edad en ayunas desde el día anterior y son las seis de la tarde y seguimos esperando desde las nueve de la mañana. Luego nuestro dirigentes nos indican que no acudamos a los centros de salud para no contagiarnos, salvo que sea de extrema necesidad, y hoy llevamos casi 9 horas esperando en el hall de entrada del hospital que han entrado cientos y cientos de personas que si no hemos cogido el virus a Brasil de mellado. ¿Quién es el responsable de todo esto, señor Vara? Creo que es momento de que vaya metiendo mano.

IR AL AMBULATORIO

¿Dónde está la atención primaria?

Carmen Hernández Rey

Almendralejo

La atención primaria se fue al carajo, si no mueres de coronavirus, mueres por culpa de los protocolos que se está sufriendo en los Ambulatorios. Ni idea de quienes lo imponen, pero un poco kamicace es, porque se fue por aquel tiempo de antes de la democracia. Hoy fui al ambulatorio, tras la llamada de mi médica, la cual no podía hacer la consulta telefónicamente. Me resulta extraño que estamos en la fase tres, y en el ambulatorio necesitas dar explicaciones a una persona sentada al entrar como si fuese la «policia sanitaria». Creo que estamos perdiendo lo confiabilidad de paciente-médico entre tanta burrocracia que nos ha devuelto este covi-19. No comprendo que no se esté normalizando el servicio de salud como se está normalizando la de las terrazas, que están a más del cincuenta por ciento; en el ambulatorio no habría más de veinte pacientes para todos los médicos, sanitarios, físios, etc., y las citas del mostrador. ¡Ah! por cierto, cuando estoy en la fila para preguntar por el retraso del fisio, éramos cuatro personas, baja un sanitario y exclama... ¡uf! cuantas personas, hoy. ¿Cómo le contesté? ¿Qué somos muchas personas? Pues mire lo que creo es que os habéis acostumbrado muy pronto a que ningún paciente venga a los servicios que son nuestro y son nuestro derecho porque los pagamos. La señorita que estaba sentada me contesta... -pues cuando vuelva para atrás la pandemia veremos- ¡Ah! le dijo, pues sí, pero no creo que sea por las personas que estamos en los ambulatorios, quizá sea por las fiestas que se hacen en las casas, las barbacoas, y las terrazas, no por los diez que estamos aquí y con mascarillas. Y, otra cosa para entrar a la zona de administración de la sanidad, donde pides tarjetas sanitarias, le tienes que contar todo a quienes están cogiendo teléfono... a joderse. En fin, creo que estamos muy cómodos, demasiado así, y somos muy pacientes, más cuando nos hemos tragado toda la pandemia en casa y trabajando en residencias de ancianos y ahí ¿no había miedo no? ¡Ya está bien! La fase 3 es para todos los colectivos.

Pandemia, refugiados y silencio

Miguel Fdez-Palacios Gordon

Madrid

Suponga que huyó de una guerra con su familia y solo lo puesto. En su particular éxodo superó vicisitudes y tragedias inimaginables. Ahora se encuentra férreamente confinado en un campo de acogida -un gueto, en realidad- abarrotado de familias como la suya y hacinado sin poder mantener el distanciamiento social. A la escasez de alimentos, medicinas, agua y ropa, se suma la falta de esperanza. El polvo, el barro, el frío, el calor y la suciedad son el pan de cada día. Lavarse las manos para no contagiar ni ser contagiado, es una quimera. Denuncian las oenegés que en Moria (Grecia) existe un grifo por cada 1.300 personas y el jabón es un lujo inasequible. Cada uno puede usar el grifo durante 66 segundos al día para beber, prepararse la comida y asearse. Estos seres humanos, ya eran vulnerables antes del covid-19, pero ahora viven un infierno difícil de entender desde las comodidades de nuestro hogar. Son vulnerables al cuadrado y el abismo de una Europa indiferente se abre ante ellos.