TSte vistieron para la ocasión. En cada mesa, sobre el tapete, un jarroncito, una flor, una... Fueron entrando los congresistas, los ponentes, los políticos. Gustaron las flores, pero no sorprendieron. Eran de la tierra. Se saborearon los cardillos, despertaron sensaciones de la niñez. Se paladeó el vino y llegaron sabores de bodegas de antaño. Nada hacía distraer la atención de la conversación política, porque todo les era familiar.

Con esta imagen disfruté. Un pueblo de poco más de cien habitantes sacaba su orgullo de lo más hondo para servir un cóctel a las autoridades . Los manteles impecables esperaban a López Iniesta , a López Amor o a Rodríguez Ibarra . El pueblo estaba preparado y esperando. ¿Dónde hay un cóctel mejor que donde te lo sirven con el calor de la tierra? Cuando he disfrutado de estas delicadas comidas he visto la capacidad de nuestros pueblos. Sólo hace falta dar un mínimo de confianza. El administrativo ponía la mesa, el telefonista colocaba los biombos, el alcalde sacudía el polvo de las lámparas... Sólo hizo falta que los políticos salieran de su burbuja de cristal. No son necesarios palacios de congresos para ver la capacidad de la tierra. Tan sólo hay que vestirse para la ocasión.

*Periodista