Una verdad tan absoluta como certera, la aseveración: mi patria es mi infancia. Una pertenece a aquello que le es más afectivo, el período en el que se crece y conoce a una persona. Pues bien, por mi trabajo he tenido y tengo la gran oportunidad de conocer otros países. Un conocimiento que, además de apreciar esas otras culturas y otras realidades, me ha permitido y me permite apreciar lo que tengo. Valorar la importancia de este país, su historia y lo grande que ha sido y sigue siendo.

No lo haré posicionando escenarios patrimoniales, sino con el esfuerzo y el espíritu de todas aquellas personas que diariamente perseveran para salir adelante. Por esto, quizás, una no puede por menos que reprobar aquellas expresiones y comportamientos que frivolizan el escenario político en el que nos hayamos inmersos. O, a esa querida Cataluña maleándola bajo intereses partidarios y partidistas. Porque, a pesar de todo, lo que parece una lectura evidente es el empecinamiento de un personaje frente a sus propias responsabilidades personales y políticas, por encima del interés común. Lamentable espectáculo. Y desde luego poco democrático puede resultar cambiar o simular reglas de juego cuando el resultado no conviene, eso, utilizando el parchís de todo la vida, significa hacer trampas.

HE VUELTOxa releer a Ramón y Cajal y su denodada voluntad por ser un investigador, cabal y con un compromiso con su tiempo tal, que su vida ha significado el devenir de importantes avances científicos. O qué decir de la gran María Zambrano , el liderazgo del pensamiento humanista de una mujer que pensó, obró y actuó con la dignidad de la coherencia más inteligente. Estos y muchos otros debieran ser referentes intelectuales de una época que parece banalizar todo, porque no quiere asumir compromisos y responsabilidades.

A diferencia del deporte que tiene esa gran visión de esfuerzo y equipo colectivo, la cosa ejercida por los que hacen la política y la muestran -medios de comunicación- empiezan a dar una sensación de pesadumbre que no se corresponde con la reivindicación de un país, fuerte, capaz, inteligente y de gente honesta que día a día cabalga con gran esfuerzo su porvenir.

Es por esto por lo que se debería cuidar muy mucho de utilizar los mensajes políticos para ahondar en las divergencias, y no acrecentar las verdaderas convergencias. En ese viajar, por razones profesionales, he valorado y valoro de aquellos países nórdicos su sensatez y su esfuerzo por valorar a la persona y lo que ella significa. La validez de sociedades muy civilizadas desarrolladas por una sociedad civil muy cabal.

La coherencia de políticas de interés común. Y con ser todo ello ejemplar, yo me quedo con mi país. Con el país que conforma una historia común, una capacidad de transformación de la sociedad tan valiosa.

POR ESTO, como una ciudadana más me gustaría pedir consideración de esos que se van a postular para calibrar nuestro futuro, después de las elecciones. Y que lo hagan con el esfuerzo de la humildad y el compromiso de la inteligencia. Ya lo dijo Winston Churchill : El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes. Expresión esta que viene muy adecuada para estos momentos en los que parece mirarse más a la posición estatutaria de cada uno, que en desvelar las entrañas del sistema democrático para seguir siendo un sistema válido de convivencia y de interés del bien común. En días pasado una buena amiga me decía por qué es tan difícil hace las cosas bien, mirar hacia el otro lado y comprometerse a ir todos en la dirección del bien común. Lo hacen y hacemos muchos ciudadanos cada día, y por eso, a pesar de muchos de estos filo estadistas, cosas siguen funcionando en este gran país.