Hay quien dice que hay viajes de los que nunca se regresa del todo porque la experiencia se queda pegada a los huesos y al espíritu y no vuelves a ser la misma persona. No, no todos los viajes son así de mágicos ni catárticos,. De hecho, algunos son auténticas pesadillas que prefieres olvidar cuanto antes a causa de la compañía, el destino o las condiciones.

A mí me encanta viajar, sola o acompañada, y disfruto tanto del viaje como del destino, a veces cantando mientras conduzco por carreteras secundarias, en tren (no vale la guasa porque viva en Extremadura) o de cualquier manera. Porque para mí viajar es mucho más que llegar a un sitio: es saborear otras comidas, ver cómo viven otras personas, cómo son los edificios o el comercio, meterme en la Historia... Y ahí ya me pierdo. Si tengo la suerte de que alguien de ese lugar me cuente cómo ha sido el paso de los años, qué ocurrió aquí o allá, quiénes lo habitaron, entonces ese destino se queda para siempre conmigo, como parte de una colección de cromos geográficos. Puedo enamorarme de cualquier lugar si me lo enseña alguien que lo explica con pasión. Por eso me encanta viajar por España, porque tenemos un patrimonio inabarcable y siempre hay mucho que aprender.

Y pienso en los personajes que nos hicieron llegar a ser quienes somos, mal que les pese a algunos. Y estoy convencida de que partes de nuestra Historia patria son mucho mejor argumento que cualquier película de Hollywood. Imaginen por ejemplo a un Carlos V todopoderoso que elige retirarse en un lugar como Yuste, la nada en medio de todo un Imperio. Seguir a un Góngora y un Quevedo repartiendo poemas y pullas por la capital. Velázquez, saliendo de su Sevilla natal hacia la Corte para convertirse en el mejor pintor de todos los tiempos. Los conquistadores dejando sus tierras extremeñas para conocer la gloria y la muerte, la Barcelona que soñó Dalí, el Valladolid de los Austrias...

Y así podría seguir en una travesía interminable de lugares y personajes que son apasionantes y enriquecen los viajes, los físicos y los interiores, mucho más duraderos. Y así estoy, bandeando con esta especie Síndrome de Williams que me hace enamorarme de todo lo que veo y de quienes lo pisaron antes. Y agradeciéndolo a quienes ponen toda su pasión en explicarlo y en hacernos ver con otros ojos para que no se pierda. Nuestro tesoro.