TEtn el libro de Waugh Retorno a Brideshead , el protagonista, pintor en ciernes, asiste, de la mano de un amigo aristócrata, a la vida despreocupada de la alta nobleza inglesa de principios del siglo veinte. Participa de viajes, celebraciones y experiencias, aunque en el fondo se sabe ajeno a todo ello. Al fin y al cabo, no es su mundo.

Tras gozar del esplendor de la juventud, vuelve a visitar aquellos escenarios, años después. Todo ha cambiado. A peor.

Muchos sólo hemos conocido esto que los más interesados en vivir de ella llaman democracia; nos han hablado de las glándulas de representación, y nos contado ese chiste de esto que van unos poderes y alguien que los quiere separar... , de una Constitución-sólo-cuando-apetece, de las Leyes Quita y Pon y de los derechos fundamentales Recorta y Pega . Todo iba muy bien, muy bonito mientras ha corrido el dinero de lo público a las mafias, de la especulación a las residencias de ancianos, qué más da: a estas alturas ya sabemos de quién es la mano que mece la cuna. Pero últimamente, al igual que el narrador de esa novela, hemos constatado la verdadera dimensión de nuestra ciudadanía-ficción; no solo la agonía del desgobierno sino del juego mismo, la proporción de su cinismo, descaro e innobleza: su fealdad. Y los garantes del bienestar, los artífices del edificio de la democracia, no son los únicos responsables del deterioro de la Casa Común . Las ratas, los comisionistas, siguen a lo suyo, medren en tramas, despachos y subdirecciones eméritas o hibernen en togas senatoriales y organizaciones creadas ad hoc, comités y listas con tal representar, o sea, de no darse por aludidos.

Porque mientras los farsantes y malabares del Tal para Cual Partido se acomodan en sus torres --con familiares y amigos ya a salvo, privilegios y retribuciones sancionadas vía DOE o BOE--, los indignos seguimos amorfinados entre barbacoas, foros y e-mails, pensando en si estuvimos invitados alguna vez a ese tremendo party de cargos sin carga, directivos y aristócratas de autonomías alto standing y naciones-pero-sólo-para-lo bueno. ¿Y aún nos sorprende lo que han hecho con nosotros, lo que harán con nuestros votos o con nuestros hijos? Lo que han querido. Lo que quieran. ¿Subvencionarlos, 110, 120 por hora, cambiamos cromos-escaños, Carta Magna a la carta, ahora un trenecito, o mejor pleno empleo? ¿Ya no nos engañan? ¿Somos más listos que hace años? No. Solo que, agotados los fuegos de artificio, ahora el petardeo es más evidente. Pero no hay duda de que hemos envejecido muy deprisa. Envilecido. ¿Hemos perdido la ilusión, además de la inocencia? Infeliz cumpleaños, 20-N. Nunca hemos sido protagonistas. No les importamos y ya ni nos importamos a nosotros mismos. No hay retorno posible a Brideshead.