Desde hace algunos meses, me costaría especificar cuántos, viene rondando por mi cabeza (ese espacio ajeno y propio al mismo tiempo, donde se depositan acciones y recuerdos, pensamientos y sueños, que a saber de quién y por qué llegan) la designación de Marc Auge de "los no lugares". Esos espacios no estables, aunque sí fijos, que reciben y expulsan personas continuamente, cuya característica más permanente es el cambio continuo de transeúntes, ahí queda la paradoja. En este catálogo se erigen con una fuerte insistencia, sobre todo después de estas fechas festivas, las estaciones de autobuses, trenes, aviones etcétera. Personas que vienen y van, llegan y parten, parten y llegan, que se cruzan en busca de destinos distintos pero que aunque sea en esos momentos transitorios se encuentran. Y me asalta la pregunta inevitable de qué es lo que es: Heráclito o Parménides , todo cambia o todo permanece, o ambos a la vez. Ya decía el poeta Carlos Marzal "Las cosas han cambiado, / y todo sigue igual que ha estado siempre". No sé si la realidad siempre es la misma o siempre es distinta, pero lo que tengo medianamente claro es que depende en mayor medida de cómo se mire y de cómo se enfoque. No hay conclusión final, o por lo menos yo la desconozco, pero ante la duda y la incertidumbre, decido limpiar detenidamente los anteojos y poner en limpio la mirada, con el único propósito de certificar que por aquí, hasta que nos digan que hay vida en otros planetas, todo es caminar, ser un paseante, y que el recorrido que nos toca realizar está lleno de estaciones de paso y que ahí, en la inestabilidad, también se puede ser estable, y repartir sonrisas cómplices y miradas comprensivas entre los que vienen y van, o viceversa.