Las víctimas del 11-M no se merecen el trato que las autoridades políticas les dispensaron el miércoles en la conmemoración del quinto aniversario de la matanza de Madrid. Si en algo deberían estar unidos los partidos y las instituciones es en el recuerdo de las 191 personas que perdieron la vida aquella fatídica mañana de marzo del 2004, y en el apoyo a sus familiares y a quienes quedaron heridos en los trenes, muchos de ellos con secuelas de por vida. Pero, lejos de eso, Madrid vivió hace dos días unos actos faltos de calor, dispersos, con escasa representación institucional y, en algunos casos, con el boicot expreso de la Federación Socialista Madrileña (FSM), airada por el precipitado cierre de la comisión de investigación del escándalo del espionaje. Una pena.

Los socialistas madrileños se equivocaron gravemente al manifestar una queja política en uno de los pocos terrenos donde no cabe hacerlo: los actos de recuerdo a las víctimas del terrorismo. Los responsables de la FSM tienen sobrados motivos para indignarse con la presidenta de la comunidad, Esperanza Aguirre, pero es un completo despropósito no asistir a los actos institucionales del 11-M. La disculpa pronunciada ayer por Leire Pajín, número tres del PSOE, es insuficiente y con argumentos inapropiados.

Tampoco parece lo más acertado que en el acto institucional organizado por el Ayuntamiento de Madrid, la máxima representación gubernamental fuera la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez. Al presidente José Luis Rodríguez Zapatero le han fallado esta vez los reflejos y ha mostrado una escasa sensibilidad. La misma que le faltó a quien diseñó el acto, que tuvo que ser seguido por los familiares de las víctimas detrás de una mampara para hacer sitio a las autoridades. Esta suma de despropósitos nos retrotrae a unos tiempos que creíamos felizmente olvidados: aquellos en los que las familias de los asesinados por grupos terroristas debían enterrar a sus muertos casi en la clandestinidad.

Por lo demás, el quinto aniversario de los atentados de la capital de España ha servido a los defensores de la teoría de la conspiración para hacer otro patético intento de sembrar dudas sobre la autoría del atentado, sobre la investigación y sobre el juicio posterior. El PP decidió hace tiempo plegar velas en ese terreno, pero quienes intentan marcar el paso de la derecha española desde algunos periódicos y radios no desisten en esa infame estrategia, por más dolor que cause.