TQtué terrible es la voz de las víctimas. Cómo duelen el silencio impuesto, el sollozo ahogado y la mirada desamparada que busca respuestas al dolor. Frente a esa voz, a ese silencio y bajo esa mirada, se deshacen todos los argumentos y el ser humano se eleva desde su condición de animal racional a la condición de animal sentimental (el alma humana engendra los sentimientos y de éstos surgen los actos más elevados que nos diferencian de otras especies animales, desde el arte al heroísmo).

Cuando las razones zozobran, cuando los argumentos se derrumban y sucede lo inevitable, miramos hacia nuestro interior para encontrarnos. Más de una guerra causada por argumentos racionales impecables pero incapaces de sostener la barbarie, se ha intentado y logrado detener apelando a los sentimientos humanos. A Pilar Manjón le falta su hijo Daniel desde el 11-M. A todos nos faltan nuestros hijos de veinte años, nuestros esposos y esposas, nuestros familiares y amigos, y esas miradas desconocidas que hacen que el vivir cotidiano tenga compañía, desde el 11-M. A todos nos falta Daniel desde el momento que su madre (todas las madres) se subió al estrado un 15 de diciembre y nos miró con la mirada de su hijo, con la mirada asombrada por el mazazo del dolor que Daniel se llevó para siempre con él.

Afortunadamente, tenemos tiempo (el que las víctimas no tienen) y la certeza de poder ser siempre víctimas. Por eso podemos seguir mirando a los ojos de una madre y soportarlo porque hay un día después en el que nadie deberá consentir que el dolor sea espectáculo, balanza de argumentos, ocasión de florituras, y desprecio por nuestras vidas y nuestras muertes.

*Dramaturgo y director del

Consorcio López de Ayala