La votación de las bases de Podemos sobre el modelo organizativo del próximo congreso del partido, el llamado Vista Alegre II, ha dado a Pablo Iglesias una victoria por estrecho margen sobre Íñigo Errejón, representantes de los dos sectores enfrentados de la formación que ya no ocultan en absoluto sus diferencias. Con una participación alta (casi 100.000 votos) para una decisión tan abstrusa, la propuesta de Iglesias se impuso a la de Errejón por poco más de 2.000 votos (el 41,57% frente al 39,12%). En síntesis, el secretario general defendía que en el congreso se votaran juntos los documentos políticos y las personas que dirigirán el partido con un sistema que prima la lista mayoritaria, para ligar políticas y caras, mientras que el número dos proponía que la votación fuera por separado y con un sistema proporcional para debatir antes las ideas que quienes las encarnan.

Aunque el liderazgo de Iglesias en el congreso no parece estar cuestionado, el escrutinio significa un fuerte toque de atención para el secretario general, que por primera vez no consigue mayorías del 80% y debe tener muy en cuenta que casi el 60% de los militantes que han votado (un 10% ha respaldado a los anticapitalistas) han rechazado sus posiciones. Con este resultado, Iglesias se verá obligado a pactar con Errejón o con Miguel Urbán, líder de los anticapitalistas, si no quiere perder el congreso de febrero, que presenta además como un plebiscito, ya que ha advertido que no dirigirá Podemos si no se imponen sus propuestas políticas.

Iglesias ha vuelta a hablar de «integración» tras conocerse los resultados, pero el acuerdo no será fácil, porque Errejón no descarta presentar una candidatura a la dirección. En el fondo, y más allá de procedimientos, lo que se debate es la estrategia de Podemos y en especial sus relaciones con el PSOE y la hegemonía de la izquierda. Seguramente es cierto, como afirman los dos dirigentes, que en lo fundamental están de acuerdo, pero mientras Errejón defiende una mayor proximidad a los socialistas como forma de que la izquierda pueda gobernar un día, Iglesias prima el enfrentamiento con el PSOE para sobrepasarlo y convertirlo en un partido secundario. Es muy posible que a los socialistas les beneficie más la radicalización que propugna Iglesias que el trato suave que defiende Errejón. Lo que es seguro es que el porvenir de la izquierda depende de este debate.