WFw ernando Pizarro, el candidato apoyado por el aparato provincial y regional, ganó las elecciones a la junta local del PP de Plasencia. Este dato tiene en sí mismo suficiente valor político por cuanto nombrar al PP junto a Plasencia ha sido en los últimos años sinónimo de convulsión, de fracturas, de guerra de guerrillas, de aventuras personales después de sonadas crisis orgánicas. Las elecciones de la noche del miércoles son, por tanto, un síntoma de que el PP placentino, después de más de dos años de ausencia de dirección, encara la senda de la normalidad. Así, al menos en principio, debería ser entendido, porque en esta ocasión el proceso ha discurrido por los cauces que le son exigibles a un partido con su representación y responsabilidad social.

Pizarro llega con la intención de restañar heridas y trabajar por la unidad. El candidato derrotado, José Luis Díaz, ha manifestado también su voluntad de arrimar el hombro. Pero el resultado de la votación y conociendo de dónde viene cada uno invita a pensar que pueden no bastar las buenas intenciones ni los esfuerzos de ambos: el partido está dividido y que un hombre con la trayectoria de Díaz pierda las elecciones por apenas 30 votos frente al candidato oficialista y disciplinado que es Pizarro pone de manifiesto que alguna parte significativa de la militancia se mueve aún por personalismos. Diluirlos, lograr que el partido como tal se anteponga a las ambiciones de algunos militantes es la principal tarea de Pizarro. Principal porque será condición previa e indispensable si quiere aspirar con éxito a la otra tarea de gobernar la ciudad.