La vida da muchas vueltas y quien está hoy arriba, mañana puede estar debajo o al contrario. Parece que las cosas no cambian, pero en realidad lo hacen mucho a pesar de que la ciudadanía es más proclive a mantenerse estática, inamovible. Digo esto por el reparto de fuerzas políticas en España y en Extremadura. ¿Quién le iba a decir a Vara que, tras perder las elecciones en 2011 y vaticinar las encuestas en 2015 que había PP para rato en Extremadura, iba a recuperar el poder y, tras cuatro años en el gobierno, alcanzar de nuevo la mayoría absoluta? ¿Quién le iba a decir a Monago que, después de tumbar al todopoderoso PSOE en 2011, iba a irse al traste dos veces y terminar en la oposición repitiendo curso? ¿Y de Ciudadanos qué decir? Un partido en alza en abril de este año que después de seis meses parece haberse disuelto como un azucarillo en un café. De Podemos mejor no hablar, una formación de la nueva política nacida al albur del 15-M que tomó las calles y ahora revolotea alrededor del PSOE pidiendo un salvavidas.

A estas alturas de la película alguien debería decir dentro del PSOE que la repetición de las elecciones generales fue un error. No se sabe a ciencia cierta quién planteó esa estrategia, pero erró a manos llenas. Siempre pasa lo mismo: de los éxitos hay un montón de padres, pero los fracasos son huérfanos de nacimiento. Es evidente que el resultado electoral del 10 de noviembre fue peor que el del 28 de abril, pero es que, encima, el enemigo ganó en representación, lo cual ya es un dislate. Que ahora haya que apostar por un gobierno de coalición y depender de la abstención de un partido secesionista es el remate, máxime cuando sus líderes están en prisión y el ruido impopular que genera la negociación afecta de lleno a quien busca la investidura.

Siempre se ha dicho en el PSOE que Extremadura es una isla aparte, un feudo socialista que soporta todas las tormentas que llegan de Madrid. Es más, en el partido se presume de que su jefe está tan asentado en el poder que resulta un valor en sí mismo. Difiero de ello. Nadie cuestiona la capacidad de Guillermo Fernández Vara como candidato, pero no es un superhéroe capaz de frenar cualquier maremoto que venga de fuera. Ya se lo llevó por delante la crisis y Zapatero y acabó en la oposición. ¿Por qué no ahora podría pasar lo mismo con Sánchez y sus ‘amigos’ secesionistas?

Si hubiera mañana elecciones en nuestra región me arriesgo a decir que el resultado sería radicalmente distinto al que se alcanzó en mayo cuando se conformó la actual Asamblea de Extremadura y Vara se alzó con una mayoría absoluta. Primero porque el PSOE no tendría las alas que le dejó prestadas el Sánchez de entonces, elevado a los altares progresistas tras la foto de Colón de las tres derechas. Segundo porque el PP le daría a Monago empuje y no las cadenas que soportaba en aquel momento Casado tras unas primarias demasiado reñidas y la marcha de Rajoy; y tercero y cuarto porque Ciudadanos (ahora con 7 escaños), y sobre todo Vox (actualmente sin representación en nuestra comunidad), alcanzarían un número de diputados muy diferente al de ahora. Los naranjas están de capa caída tras el tropezón en las generales y la consiguiente dimisión de Albert Rivera, pero en el partido de Abascal ocurre todo lo contrario, han consolidado un voto fiel que, dada la coyuntura de inestabilidad reinante en España, donde se acentúan los radicalismos, lejos de restar, creen exponencialmente.

Eso no quiere decir que la mayoría absoluta cosechada por el PSOE y Fernández Vara en mayo de este año fuera mera casualidad. Todo lo contrario, vale su precio en oro precisamente por saber aprovechar el momento idóneo en el que coincidieron todos los elementos: un buen candidato, un partido en tensión y dispuesto a dejarse la piel en la calle y una coyuntura política nacional idónea para arrastrar a las masas.

Queda casi una legislatura por delante, como decía al principio, pero todo puede cambiar para bien o para mal. Quien está hoy arriba, mañana puede estar debajo y al contrario, sostengo de nuevo. Y no depende solo de los votantes, que también, son los hechos los que transforman una realidad y permiten que, de pronto, Casado tenga una oportunidad y Sánchez caiga en picado, que el PP se convierta en un partido alcista y el PSOE entre en barrena o que Monago (o el que pongan por él) se transforme en un candidato solvente y Vara (o el que pongan o la que pongan por él) lo tenga más que crudo para revalidar el gobierno.

La política es como casi todo en la vida, depende de errores y aciertos, pero también de la situación y el momento en el que se producen los hechos.