TDturante los últimos tiempos los cambios sociales han propiciado que hasta en las campañas electorales se hable de conciliar la vida laboral y familiar. La incorporación de la mujer al trabajo remunerado y fuera del hogar (porque el no remunerado y hogareño lo soportó siempre) debería haber supuesto el reparto entre la pareja de las tareas encomendadas tradicionalmente al ama de casa. Cualquier estadística revela que en la mayoría de parejas la mujer es quien se carga con la mayor parte de las actividades domésticas. Esta situación debería ser resuelta en la familia con la única opción posible: compartir todas las tareas, aunque sea un duro revés para los varones que siguen queriendo vivir como sultanes.

Los estamentos políticos deberían esforzarse para que esa conciliación fuera un hecho. La Junta de Extremadura posee una red de guarderías escasa pero que funcionan muy bien para quienes trabajan de ocho a tres de la tarde y no siempre. Para quienes tienen turno de tarde la guardería les sirve como un bikini en Alaska.

Igual podemos decir de los horarios de los colegios, en los que algo tan imprescindible como un servicio de guardería existe en muy pocos centros y siempre que encontremos la iniciativa de una asociación de madres activa, porque a la administración todavía no se le ha ocurrido nada para solventar el desfase entre horarios escolares y laborales. Conciliar el trabajo y la familia no se hace a golpe de decretos, pero sí con medidas como la creación de una mayor red de centros de Infantil o la creación de servicios de guardería en las escuelas y, la superación de los viejos roles que atribuían a las mujeres la responsabilidad familiar.

*Profesor y activista de los derechos humanos