TLta huída del campo a las ciudades es un proceso que con mayor o menor intensidad se viene produciendo desde hace mucho tiempo: permanecer en los pueblos y aldeas se acabó por vender como un sinónimo de fracaso frente a quienes aterrizaban en las urbes en búsqueda de mejores posiciones sociales y rentas más seguras que las agrarias.

Durante mucho tiempo hemos abandonado todos esos espacios y ahora se dan cuenta de que si no vive nadie en el ámbito rural, tampoco habrá nadie para cuidar los bosques.

Todas las ayudas europeas al campo tenían el objetivo último de hacer rentable la actividad agrícola y la fijación de las gentes en sus tierras, pero es mucho más fácil cobrar la subvención desde el suelo de cemento y visitar los campos en un vehículo todoterreno.

Mantener a la población en nuestros pueblos y aldeas es imprescindible para todos, pero para lograrlo hay que facilitar la vida de quienes allí residen, acercándoles escuelas, hospitales y todo tipo de servicios, haciendo que su vida rural no sea una vida de segunda división.

El desarrollo rural vertebrará el territorio y ayudará a evitar catástrofes como las de este verano en España y Portugal pero, fundamentalmente, es necesario conseguir que quienes habiten las aldeas no sean vistos como subsidiados sino como los que hacen de nuestro territorio un lugar habitable.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos