TLto leído en el blog de Milagros Pérez Olivas sobre un artículo publicado por Erin Callan en The New York Times me ha llevado a pensar en mi vida. Me sentí identificada con esta ex alta ejecutiva. No hace falta ser directora financiera de Lehman Brothers ni cobrar "bonus" para que la profesión se convierta en un papel secante que absorbe todo lo que no tiene que ver con su ejercicio. Basta ser una periodista de provincias y tener la responsabilidad de un cargo para que, como le pasó a esta mujer, el resto de tu vida pase a segundo plano, poniendo incluso barreras a tus compromisos personales. "Para mí lo primero es el trabajo" llegué a advertirle a una persona muy querida. El trabajo era mi obsesión y el no estar a la altura mi miedo, dos ingredientes demoledores que consiguen alterar la escala de valores y la salud mental del ser humano.

En mi honor debo decir que en más de una ocasión, dejando de lado obsesión y miedo, centré mi atención en las cuestiones que realmente importaban, en la vida que me reclamaba más allá de la brecha abierta. Pero aún atendiendo lo que debía, y como dice la que fuera directora financiera del famoso banco de inversiones, apenas era consciente del resto de mi vida. Recuerdo que, en la prehistoria de la informática y antes de los móviles, rogué al director que me proporcionara un busca para poder estar localizada porque los fines de semana o festivos sin guardia ni me atrevía a salir de casa por si me llamaban al teléfono. En realidad solo me sentía segura cuando estaba sentada en mi puesto de trabajo. En definitiva, como dice en su blog Milagros Pérez Olivas, me pasó lo que a esta señora de las altas finanzas, que confundí lo que era con lo que hacía.

Sin duda hay otras formas de enfrentar el trabajo, pero no fui capaz de encontrarlas.