TEtsta semana acudimos, una vez más, al asesinato de una mujer en Villafranca de los Barros, a manos de su marido. Un hecho que necesita de la sociedad siempre su reprobación, condena y no escatimar en un esfuerzo conjunto de todos, agentes del orden, ámbito judicial y administraciones públicas. No es fácil acabar con esta lacra, porque no es nada fácil detectar que el que ha sido tu compañero y tu marido, durante un tiempo hoy se ha convertido en tu verdugo. Lo que sí podemos y debemos hacer, como sociedad, es prestar el máximo apoyo y que estas mujeres que se deciden a dar el paso de denunciar, y especialmente, en núcleos urbanos pequeños, tengan todo el arropo de sus conciudadanos. Una bofetada siempre significa algo. Nadie debe permanecer impasible o trivializar sobre el tema, cuando el resultado puede ser, como así señalan las estadísticas de asesinato. Tenemos que ser capaces de fortalecer la certidumbre de esas mujeres maltratadas en el sistema, para que denuncien, que no duden en arrebatarle al presunto asesino cualquier atisbo de impunidad. Aunque, quizás, en lo que más debamos hacer empeño esta sociedad es en decirles que detrás de cada una de esas denuncias se encuentra el resto de ciudadanos, que no van a dejar cargar con la tragedia de sentirse agredidas física y síquicamente en su hogar, en lo más íntimo de la familia. Hay que romper lanzas en favor de esas valientes que sufren, porque el agresor abusa de la coartada perfecta que es el hogar familiar, y decir que una bofetada en la calle y en la soledad del dormitorio es un hecho delictivo y, por tanto, punible, y que hay que condenar y castigar.

No me gustaría trasladar el debate de tantas y tantas muertes por violencia de género a una mera estadística; y quisiera centrarlo en la capacidad de una sociedad para repudiar a los violentos porque sí, porque actúan, y siempre lo hacen tratando de justificar lo injustificable; esto es, celos, mentiras, inseguridades, patologías. Se trata de una conducta criminal y como tal hay que actuar.

XLAS ESTADISTICASx del Consejo del Poder Judicial en Extremadura señalan que en nuestra comunidad autónoma se dictaron ciento sesenta y cuatro órdenes de protección a mujeres víctimas de violencia de género en el primer trimestre de 2013. Este es el dato, aunque reconozco que soy incapaz de valorar si es significativo o no lo es. Lo único cierto y verdad lo constituye el hecho de que si no hay denuncia las probabilidades de una agresión con resultado fatal incrementa las posibilidades de producirse. Y, por la especificidad del tipo de conducta criminal, si no se aparta al potencial agresor de su víctima, la amenaza estará latente.

El hecho diferenciador de ser una persona cercana, muy cercana a la víctima el que resulta ser su verdugo conlleva contextualizar un crimen con especiales características. Y las medidas de protección y autoprotección a veces no siempre resultan eficaces. De ahí que sea fundamental el ponerse en guardia al primer síntoma de violencia por parte de la mujer agredida y no dudar en la denuncia. Además de buscar la complicidad de un entorno que debe ser solidario y fuerte para proteger de una situación extraña, por cuanto que el que hasta hacía poco era su amigo, su compañero, su esposo, hoy se ha convertido en su peor enemigo. Y la mujer debe romper la supuesta impunidad de su alcoba, para denunciarlo públicamente. Es el escarnio al que debe ser expuesto el maltratador, y, muy especialmente, en núcleos de población pequeños.

XESTA SOCIEDADx ha de ser capaz de fortalecer el ánimo de estas víctimas, acompañarlas y hacerlas sentir parte de su propia historia para que cuando decidan actuar, enfrentarse a su supuesto verdugo no tengan ningún tipo de duda de que van a ser acompañadas en todo momento, de manera muy especial por la familia más cercana. En estos asuntos de violencia de género no caben atajos, ni justificaciones banales. El que agrede lo hace por un sentido de posesión de la otra persona, que si no responde y no consigue someterla, según informes, lo vuelve a intentar hasta, desgraciadamente, como ha ocurrido en Extremadura, conseguir asesinarla. Lo que supone el fracaso de toda la sociedad en su conjunto. Una sociedad que siempre ha de reaccionar y no mirar para el otro lado cuando la agresión se produce en lo más íntimo del hogar familiar.