En demasiados casos la celebración de un día conmemorativo es el único día del año en el que nos acordamos del hecho que reivindicamos. Sin embargo, tengo que decir que no es el caso del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Por desgracia, son muchos días en los que despertamos con una nueva muerte por este mal tan deleznable, que nos sitúa en la cruel realidad y en la necesidad de luchar los 365 días del año por acabar con esta lacra.

En esta pequeña columna, quiero rendirle un sincero homenaje a las 40 mujeres fallecidas a manos de sus maltratadores en lo que va de año en nuestro país, entre las que se encuentra el asesinato de una mujer inocente acaecido en Extremadura, a la que un auténtico monstruo le arrebató la vida.

Echando la vista atrás --tan necesario en algunas ocasiones-- podemos resaltar que lo que antes era un drama personal y doméstico, ahora es un problema social. Poco a poco hemos ido consiguiendo que el silencio cómplice deje de serlo para que entre todos podamos ayudar a tantas mujeres a salir de una situación en la que jamás debieron encontrarse.

Son muchos los extremos en los que debemos seguir trabajando y son muchos los aspectos que tenemos que abordar. El nuevo reto surge con un nuevo problema, y es que la violencia de género se manifiesta cada vez en edades más tempranas, traducidas y adaptadas a las nuevas vías que los más jóvenes tienen --las nuevas tecnologías y las redes sociales--. Por ellas, debemos seguir apostando por la educación, primordial para educar a los más pequeños en los principios de igualdad y respeto; pequeños que probablemente, en muchos casos, han tenido que sufrir de manera silenciosa estos episodios en sus hogares. Hay que continuar, por tanto, visibilizando a los menores como víctimas directas de la violencia de género como ya lo contempla la ley. Logro importante.

Entendiendo que cada vez son más los recursos que se ponen a disposición de las víctimas --como el acceso de la justicia gratuita para el asesoramiento, entre otros--, pero hay que hacer un esfuerzo presupuestario. No pretendo hacer política de un tema de este tipo, pero no puede volver a suceder un recorte tan drástico como el producido este año en Extremadura (de 900.000 a 500.000€, para finalmente quedar en 70.000€). Las políticas públicas no solo debe prevenir y proteger, sino también garantizar la inserción de las víctimas de violencia de género en el mercado laboral, paso decisivo para rehacer sus vidas con independencia y autonomía. En la actualidad hay un 80% más de empleos con contratos bonificados para ayudar a estas mujeres.

Entre todos lo conseguiremos y, por eso, celebro que el Congreso de los Diputados, por unanimidad, por fin vaya a trabar en un pacto de estado en violencia de género.

* Diseñadora gráfica y

diputada del PP