Después de una semana atroz, algunas señales parecen indicar que en Kenia hay cierta vuelta a la negociación política, aunque no hacia la tranquilidad, porque persisten focos de violencia. El forcejeo entre el presidente Kibaki y el líder opositor Odinga parece situarse en el terreno de opciones más pragmáticas como crear un gobierno de unidad nacional o dimisión del presidente y nuevas elecciones. La mediación de la enviada especial de Estados Unidos puede surgir efecto, pero llega tarde.

Lo sucedido en Kenia ha sido totalmente imprevisto. Es cierto que hubo disturbios en las elecciones de 1992, pero ya han pasado 15 años. También es cierto que en Kenia, como en otros países, las líneas de división entre las tribus no son solo un tema identitario. Es el mecanismo ideal para activar confrontaciones. Pero las diferencias intertribales ya estaban ahí, desde siempre. ¿Por qué se han activado ahora con tanta violencia?, aunque no sea la única explicación, porque se han cruzado dos líneas de tensión. Una es la cuestión social, la exclusión de algunos grupos de los beneficios económicos. Otra es que en un país con muchas tribus, esta vez se han enfrentado las de los dos principales candidatos. El fracaso de la Kenia poscolonial, es la no implantación del principio de ciudadanía.