XHxace unos días, cuando navegaba por internet en busca de datos sobre la guerra civil española en Extremadura, descubro, por casualidad, un juego de reciente aparición que permite rememorar virtualmente nuestra contienda más fratricida. Así, el jugador en red puede optar por combatir con uno u otro bando, formando parte de las Brigadas Internacionales y del Ejército Popular, o bien de la Legión Cóndor, Ejército Peninsular o el Corpo Truppe Voluntario, entre otros. Tal juego, del que prefiero omitir su nombre comercial, puede descargarse gratuitamente desde internet, ya que sus creadores, un equipo de compatriotas especializados en el desarrollo de productos multimedia de entretenimiento, desean compartir esta experiencia lúdica bajo licencia libre para el disfrute del máximo número de internautas.

Tras este descubrimiento por sorpresa, he mantenido contactos con usuarios de videojuegos de estrategia y simulación, a quienes podemos encontrar "enganchados" a un ordenador en cualquier cibercafé, y su valoración sobre éste es que se trata de un juego más, basado en otros similares que suelen recrear su acción en distintos conflictos bélicos reales, como puede ser la II Guerra Mundial, invasiones de imperios antiguos, etcétera.

Ante tales hechos y sin querer ser dogmático, ni moralista en mis planteamientos, entiendo en buena lógica que los artífices de tal iniciativa demuestran poca creatividad con este motivo de inspiración lúdico-tecnológico, además de un escaso sentido didáctico de nuestra realidad histórica, si lo que pretenden, como afirma uno de sus responsables, es "cubrir un vacío importante en cuanto a nuestra guerra civil, ante el gran desconocimiento de este trágico episodio entre los más jóvenes de hoy". Se han lucido... Con la reflexión sobre este juego u otros de características parecidas, puestos a la venta o listas para bajarse desde internet, quisiera llamar la atención a muchos padres y madres que desconocen las aficiones de sus hijos, en concreto, sobre esta forma de entretenimiento, e incluso de adicción psicológica, siendo una óptima vía de transmisión de actitudes y contravalores y valores negativos, como es principalmente la violencia, en todas sus facetas. Y no es razón para aprobar normativas reguladoras de estos espacios de diversión juvenil en nuestros pueblos y ciudades, ni de controlar los contenidos manifiestos en estos juegos, tal y como las autoridades públicas pretenden solucionar, en parte, las consecuencias derivadas de este fenómeno social emergente. Es una cuestión simplemente de comunicación interpersonal entre padres e hijos, educadores y educandos, amigos y amigas, para concienciar de lo absurdo que es la competición violencia y agresiva hacia el otro, aunque sea virtualmente desde un monitor conectado a un teclado.

Ahora que tanto se critican ciertas películas españolas por sus contenidos insultantes para unos, al no seguir los cánones impuestos por el "pensamiento único" imperante en nuestros días, y mientras tanto, las generaciones futuras están siendo víctimas de un bombardeo mediático de imágenes reales y ficticias de odio, destrucción y violencia. ¿Acaso no es tan obsceno e inmoral, cómo la pornografía que se censura, cuando se visiona un seno desnudo de mujer desde nuestras pantallas? Creo que la doble moral está dominando nuestra escala de valores, con esa máscara de la hipocresía que usamos, según nos interesa. Los ejemplos están servidos por doquier. ¿Alguien alzará su voz? Yo al menos lo denunciaré.

*Sociólogo