La jornada negra vivida el domingo en el fútbol italiano merece una reflexión muy seria de las autoridades de aquel país y la inmediata toma de decisiones. Tres partidos de la máxima categoría fueron suspendidos después de que muriera un seguidor del Lazio de 26 años por el disparo fortuito de un policía en plena batalla campal entre aficionados de ese equipo y del Juventus, que se encontraron en una gasolinera.

La violencia latente en el ´calcio´ tiene un peligroso componente político. Los hinchas radicales del Lazio o del Roma pertenecen a la ultraderecha, mientras que los del Atalanta o los de Bolonia tienen ideas también radicales pero de signo contrario. La rivalidad va, por tanto, más allá de lo deportivo. Y en ese ambiente cualquier pretexto sirve para encender la mecha.

Los incidentes, además, no se quedan en los estadios. Aficionados del Roma o del Lazio se manifestaron el domingo violentamente y causaron grandes destrozos en vehículos y en el mobiliario urbano. Estos grupos utilizan ya técnicas de guerrilla urbana, que aterrorizan a la población y son muy difíciles de combatir por la policía. No es extraño que el fiscal de Roma haya solicitado el agravante de terrorismo para los delitos protagonizados por los seguidores bárbaros.

Pero esa reacción de dureza contrasta con la de la Federación Italiana de Fútbol, que ayer decidió suspender la próxima jornada en las tres grandes categorías. Es una burla, porque se da la circunstancia de que en Italia, como en España, el próximo domingo hay parón liguero. El espectáculo seguirá, pero vendrán nuevas desgracias hasta que la gente deje, por miedo, de ir a los estadios.