La conferencia que dentro de una semana se inaugurará en Bagdad, a la que asistirán EEUU, las otras grandes potencias y todos los vecinos de Irak, incluidos Irán y Siria, constituye un acontecimiento porque por primera vez el presidente Bush abandona el unilateralismo y el rechazo radical a parlamentar con los estados que forman parte de lo que en el 2002 llamó el eje del mal. Washington sigue así la línea trazada por el informe Baker-Hamilton, que en diciembre último propuso "una iniciativa diplomática" para salir del atolladero, y los consejos de Henry Kissinger, todos ellos persuadidos de que el intervencionismo militar sin respaldo diplomático agrava la situación y deteriora aún más la imagen de EEUU en la región.

Los contactos con Siria e Irán, aunque en el marco de una conferencia regional, pueden servir tanto para estabilizar Irak como para encauzar el vidrioso asunto de las ambiciones nucleares de los ayatolás. La rectificación sutil era perceptible desde que EEUU llegó a un principio de acuerdo con Corea del Norte. Pese a que la Casa Blanca trató de devaluar el significado de la conferencia regional de Bagdad el cambio de actitud se juzga relevante y esperanzador. Los críticos demócratas se consideran vindicados por el viraje y expresan su apoyo a la iniciativa, en la esperanza de que abra nuevas vías para una política exterior menos unilateral que mitigue los problemas en vez de enconarlos. Bush está incómodo por tener que bajarse del burro del eje del mal, pero el mundo se siente algo aliviado.