Con un nombre no tan inquietante como las siglas de la neumonía atípica SARS, llega desde Extremo Oriente una nueva enfermedad que, según los expertos, puede ser un riesgo mucho más real. La llamada gripe del pollo es también una dolencia vírica de origen animal que, por contacto con el hombre en condiciones de hacinamiento y poca higiene, ha acabado por saltar a la especie humana. En este caso, el riesgo es que el virus mute y se convierta en una forma de gripe más letal y transmisible.

La producción masiva de alimentos y su concentración en determinados países, a costa de las medidas de seguridad, empieza a mostrar sus peligros. La alarma ha saltado ahora en zonas en desarrollo que ofrecen menores costes, como Tailandia, del que hemos descubierto que es el cuarto exportador mundial de pollos. No hace tanto, la amenaza surgió de los métodos de alimentación industrial del vacuno utilizados en Gran Bretaña. Son las consecuencias de unas políticas económicas globales, de un mundo en que el transporte aéreo y la exportaciones de productos facilitan la propagación de las enfermedades y en el que son necesarias, también, políticas de control sanitario globales.