El cambio de hábitos que ha comportado la pandemia está alterando el aspecto de nuestras ciudades. Las calles son distintas. Basta dar un paseo para que los negocios con las persianas bajadas por no poder hacer frente a la caída de ventas y los locales abiertos con el aforo restringido nos recuerden que nada es igual. Los comercios que mejor se adapten a esta realidad pandémica serán los mejor preparados para afrontar los cambios.

En Estados Unidos, la transformación del espacio urbanizado afecta a uno de los símbolos del estilo de vida americano: los centros comerciales. Tras meses de cierre obligado por el coronavirus, los malls han reabierto, pero la gente ya no va a ellos. Podrían citarse varias causas (la aversión a las aglomeraciones, la crisis económica que restringe los gastos a lo esencial, la menor necesidad de comprar ropa con el teletrabajo...), aunque hay un factor previo a todas: el auge del comercio electrónico. La pandemia no ha hecho más que acelerar el declive de un modelo comercial que agonizaba. Grandes almacenes como Lord & Taylor, Neiman Marcus y JC Penney han sucumbido a las pérdidas, y otros, como Sears y Macy’s, penden de un hilo. Y con ellos, un gran número de franquicias -sobre todo, de moda- y miles de empleos.

La situación en el conjunto de España no es equiparable a la estadounidense, ya que parten de contextos económicos y socioculturales distintos. Sin embargo, vale la pena tomar nota. La capacidad de adaptación del comercio minorista español ha quedado demostrada con la aplicación de las normativas de seguridad sanitarias. Ahora no se trata solo de cumplir la ley, sino de adecuarse a los nuevos hábitos de consumo. Si el comercio electrónico se ha disparado con la pandemia, el paso lógico es ir a buscar esos clientes virtuales. Los negocios que ya estaban digitalizados, o que se digitalizaron durante el estado de alarma, sobrellevaron mejor el confinamiento. La transformación digital es uno de los tres ejes -con la reindustrialización y la reconversión energética- que ha fijado Bruselas para la reconstrucción económica. No consiste solo en limitarse a tener tienda en la web, sino en trabajar activamente la comunicación on line, así como modernizar procesos, algo que incumbe a todas las empresas, no únicamente comercios. Quizá haya también que reorientar negocios y acomodar la oferta a un entorno de crisis. La quiebra de malls en EEUU y las persianas bajadas aquí arrojan una conclusión común: la necesidad de buscar vías de conexión con los clientes diferentes.