Escritor

Frente a esta agresión permanente de los grandes operadores de viajes del Corte Inglés, y demás casas de contratación, el ecosistema se defiende como puede. Los virus son los primeros en correr la voz:

--¡Que nadie se afloje frente a un tropel de valencianos...!

Y los virus se unen como pueden defendiendo sus tradiciones de aparecer en las heces fecales de los niños de Punta Cana, que soportan toda clase de agresiones fisiológicas después de muchos años de pasar hambre. Pero llega un cargamento de turistas extremeños, y es montarse en los grandes barcos de lujo del Caribe, y ya no los abandona la salmonelosis hasta pasado un lustro, si antes no te llevan a la carretera de Valverde con una cagalera que te ha deformado hasta las orejas, pese a ser la parte de tu cuerpo con la que tú estabas mejor reconciliado. ¿Estamos ante un ataque de bioterrorismo o simplemente ante una apuesta de los virus por mantener sus tradiciones incólumes? Porque las tradiciones dejan de serlo allí donde aparecen doscientos japoneses cámara en ristre retratando todo cuanto encuentran a su paso, como sucede cuando los llevan a ver la boca do inferno en Cascais, que se mueren de risa estos japoneses:

--A boca do inferno , ja, ja, ja...-- siendo como son todos budistas.

Pues la última noticia que tenemos de las navieras con salmonelosis, es que están cambiando todas las almohadas de a bordo. Como se sabe, durante el sueño el turista expele por su boca todas las miasmas habidas y por haber, dejando entre su foamex una suerte de virus, que mezclados todos los de los distintos países, forman un conjunto inorgánico, capaz de dejar en el dique seco un batallón de chinos dispuestos a ver una puesta de sol en el Pacífico, con fiebre tifoideas pese a ir vacunados. El virus, o los virus de una y otra parte del globo terráqueo, se inoculan unos a los otros, dando lugar al macrovirus, que no hay Virgen de Fátima que pueda con él, ni Papa que lo pueda. De esta guisa van saliendo virus profesionales capaces de defender una idiosincrasia antes de que unos franceses o unos andaluces, logren defecar sin que les pase nada en Indonesia, o simplemente te tomen por un terrorista en Kenia cuando tú te has ido a hacer el amor con una compañera de tu trabajo. Es decir que ir se va, pero cómo se vuelve, porque ese virus te acompañará para siempre en el sentimiento.