TEtl loable esfuerzo por imponer el catalán en las relaciones médico-enfermo está siendo injustamente rechazado, sin tener en cuenta que el objetivo es tratar de que el ciudadano que viva en Cataluña disfrute de una mejor salud.

En ese sentido, recabar los historiales médicos no tiene como objeto atacar la intimidad del enfermo, sino obtener datos que permitan conocer el avance lingüístico del catalán. Los síntomas de una faringitis, contada en castellano, me imagino que tienen menores visos de encaminarse hacia un diagnóstico preciso que si la sintomatología se expresa en catalán. Por no hablar del cáncer de colon. Un médico que le tiene que explicar a un paciente que la poliposis del intestino grueso ha derivado en un tumor maligno, si, encima, no se lo dice en catalán, es muy probable que el enfermo se vuelva irrecuperable.

Hombre, todavía no hay datos seguros, pero el prudente Gobierno catalán debe poseer indicios a través de los cuales sospecha que una cirrosis hepática padecida por un ciudadano domiciliado en Sabadell, pongo por caso, avanza con mayor virulencia si el médico y el enfermo hablan en castellano. Y de ahí ese celo, ese entusiasmo, ese ardor en que, de la manera más rápida posible, los enfermos y los médicos que vivan en Cataluña hablen el idioma autonómico. Por eso, lo mejor es trasladar forzosamente a los médicos que no hablen catalán, y quedarse con los que lo hablen, porque su terapia será mucho más eficaz, digan lo que digan los currículos, que todos sabemos cómo se hace un currículo para quedar bien.

Y no quiero adelantar lo que puede suceder en cuanto se entere la Organización Mundial de la Salud. Puede poner el catalán como lengua obligatoria para ejercer la Medicina, y en cuatro día las cardiopatías van a ser un recuerdo.

Pero hay mucha envidia. Y suspicacias. Hasta que las estadísticas nos expliquen que los que hablan catalán viven muchos más años.

*Periodista